Banana Yoshimoto y la construcción de lo femenino

Frida Lima

Autora

Desde una perspectiva occidental la literatura japonesa suele parecer cruda; los personajes pueden verse sometidos a la peor de las tragedias, una y otra vez; no obstante, sus reacciones llegan a rayar en una aparente indiferencia debido a las emociones contenidas. Esto se debe, por supuesto, a un contexto sociocultural distinto que se atiene a reglas específicas de comportamiento, pero no quiere decir que los personajes no sientan; en realidad, viven un duelo que se aleja de nuestro pensamiento colectivo. El trabajo de Banana Yoshimoto (Tokio, 1964) es un claro ejemplo de esto ya que al someter a sus personajes femeninos a una desvalorización que las ataca desde distintos ámbitos (laborales, monetarios, sexuales, amorosos) ellas continúan.

Banana Yoshimoto resulta ser un fenómeno internacional, con 23 años publica Kitchen (1988) y se le otorga el premio Newcomer Writers Prize y el Izumi Kyoka. A través de la construcción de sus personajes femeninos aborda el sufrimiento, la incertidumbre y la soledad, logrando que como lectores nos veamos reflejados en su obra y comprendamos sus razones al actuar y el dolor que emanan. No es que sean indiferentes o que no sean capaces de expresar dolor, sino que la inteligencia emocional funciona de una manera distinta; esto se refleja a través de la construcción de espacios que otorgan una protección a los personajes femeninos.

Sin embargo, ¿es posible catalogar su literatura como femenina? Los personajes femeninos presentados en Kitchen (1988) y Lagartija (1993) poseen una libertad que las induce a una toma de (in)decisiones que las afecta en el plano sentimental e incluso físico. Las mujeres, en la prosa de Yoshimoto, son unas “descaradas” capaces de enfrentarse al poder falocéntrico, mantener relaciones sexoafectivas con hombres casados, poseer una vida sexual sin tapujos dentro de la sociedad japonesa y enfrentarse directamente al dolor que guardan en el interior. A su vez, no encajan del todo en “el molde”: huérfanas, desposeídas, con crisis espirituales y religiosas, solitarias y capaces de decidir por sí mismas, los demás no las toman en serio. Por otra parte, el folclore japonés se hace presente a través de elementos que nos recuerdan al sintoísmo y a la naturaleza: el tori, el bosque, la montaña y los santuarios nos invitan a sumergirnos en historias que transforman el paisaje urbano de Tokio en un espacio para sumergirnos en la soledad y la tristeza.

Antes de continuar, me gustaría ahondar en el término de lo “femenino” en la literatura. Gloria Pardo, al estudiar la perspectiva femenina en la escritura resalta que existen dos formas de acercarse a ella: la esencialista y la deconstructiva. La primera aboga por variantes que insertan la teoría de la diferencia, la cual propone que “sí es posible afirmar que hay una identidad común que puede encontrarse en la creación literaria escrita por mujeres y una subjetividad apta de ser construida de una u otra manera”.[1] Por lo que expresa que existen elementos y componentes femeninos dentro de la creación literaria que derivan desde una perspectiva biológica y de los roles socio-culturales “que los géneros (sexuales) imponen, o bien, en el campo de la creación literaria […] a las formas expresivo simbólicas que aluden de manera directa a lo que se considera esencial y temáticamente femenino”.[2] Por otro lado, el deconstructivismo “niega que pueda darse tal identidad y subjetividad, y proponen la “descentralización” del sujeto. […] Es decir, se feminiza sin importar el sexo biológico de su autor, en tanto que se convierte en contestataria y subversiva ante el sistema dominante de poder, el logofalocéntrico”.[3]

A partir de estos conceptos entra en rigor la dicotomía existente entre masculino/femenino. La literatura, desde la perspectiva de lo masculino, aboga por lo racional y lo lógico, mientras que lo femenino se va hacia lo emocional, hacia el interior. Así pues, lo “femenino” transforma lo que antes era privado (los sentimientos, las disconformidades, las ataduras) hacia lo público debido al sólo hecho de atreverse a escribir y publicar. Banana Yoshimoto, al escribir y otorgar una voz femenina en primera persona da un espacio a la creación de personajes que se salen del molde y que nos recuerdan, de una forma u otra, el dolor que llevamos dentro.

Kitchen (1988) es la primera novela de Yoshimoto; en ella se relata la historia de Mikage Sakurai, una joven que acaba de perder a su abuela, su último vínculo familiar en el mundo. Mikage comienza a dormir en la cocina debido a que en ese espacio recaen todos los recuerdos agradables que posee, y el sonido del refrigerador la tranquiliza. Después de un tiempo, Yûichi Tanabe la invita a vivir a su casa con Eriko, su madre.[4] A partir de ese momento un estrecho vínculo unirá a los personajes: “Antes de que me acogiera la familia Tanabe, dormía siempre en la cocina. Una noche en que no podía conciliar el sueño, salí de mi habitación y busqué un lugar cómodo. Me di cuenta, al amanecer de que donde mejor podía dormir era junto a la nevera”.[5]

Yo arrastraba suavemente un sueño tranquilo que acompañaba a una tristeza inmensa sin hacerme apenas derramar lágrimas, y extendí el futon en la cocina, que brillaba en silencio. Como Linus, dormí envuelta en una manta. El zumbido de la nevera me protegía de los pensamientos de soledad. Allí, la noche, larga, pasó bastante sosegada y llegó la mañana.[6]

A través de los sentimientos y las emociones desbordantes (aunque contenidas), Yoshimoto nos introduce a tres personajes que se complementarán y ayudarán mutuamente para superar las intermitencias de la vida; sin embargo, la pérdida y el dolor no se absuelven en ellos, sino que empeora. Aún así, la burbuja creada a partir del espacio sagrado (en ese caso la cocina) se mantiene: “El entorno se sitúa en el otro extremo de lo masivo, en la orilla opuesta del bullicio grupal, de la densa perte­nencia que caracteriza a los espacios juveniles japoneses —esos con los que hábilmente jugó González Iñárritu en uno de los tres relatos de su conocida cinta Babel—”.[7]

No obstante, tal parece que la juventud nos lleva a tratar de expresar lo que sentimos a modo de catarsis por medio de la literatura: la pasión desbordante y las acciones que se cometen en nombre del amor y del egoísmo arrastran una serie de heridas que no parecen cicatrizar nunca. Lagartija (1993) se encuentra conformado por seis relatos con protagonistas femeninas que buscan su lugar en el mundo, un propósito en contra del terrible vacío que sienten. Yoshimoto, en el epílogo, argumenta: “Tengo la sensación de que afirmar «la vida es un infierno» contiene la misma «carga de significado» que decir «la vida es un paraíso», y por lo tanto, son reemplazables. No se trata de juzgar si una vida es buena o mala, sino de que, en el proceso de ser nosotros mismos, surge algo que llamamos paraíso e infierno”.[8]

Lo curioso, respecto a Lagartija (1993), es que fueron relatos que escribió antes de concebir la idea de Kitchen, por lo que estos cuentos resultan un borrador, un simulacro de lo que se convertiría. Entre los cuentos que conforman esta antología se encuentra “Soñando con Kimchi”, un relato que nos presenta la historia de una mujer que sólo sabe relacionarse con hombres mayores y casados. Cuando se enamora de verdad, su amante decide divorciarse para casarse con ella; a pesar de haber “triunfado”, pronto comienza a sentir la inquietud de que ahora la pueden engañar a ella. Si pasó una vez, puede volver a suceder, por lo que se preocupa y realiza una introspección hacia su persona:

Lo pienso y tengo la sensación de que luchaba contra él, contra su mujer y contra mí misma… Pero había más cosas: la dificultad de ser una misma en los tiempos que corrían. Es como una sombra extendida similar a una telaraña que se te queda enganchada al andar, aunque te libres de ella, deja una sensación pegajosa; se mezcla con el aire de tal manera que resulta imposible ignorarla; muy alejada de la vitalidad o del brillo de la vida, puedo fingir que no la veo, pero mientras esté ahí, nunca podré despejar del todo el horizonte de mi campo visual.[9]

Resulta fascinante pensar en las similitudes que esta colección de relatos tiene con Pura pasión (1991) de la ganadora del Nobel de Literatura 2022 Annie Ernaux: nuestras acciones, dominadas por la pasión y los sentimientos nos han llevado a aceptar conductas que no nos hacen bien, recibiendo migajas y conformándonos. La construcción de personajes femeninos creados por escritoras nos lleva a reflexionar sobre la problemática de los sentimientos y la dicotomía existente entre masculino/femenino.

Banana (seudónimo escogido por la autora) Yoshimoto, con una prosa descriptiva que llega a coquetear con lo onírico presenta un plano donde el espacio y los sentimientos cobran fuerza y dormir en el piso de la cocina, arrullados por el sonido de refrigerador, es válido. Sin embargo, quizá, deberíamos aceptar que todos tenemos emociones que son capaces de ser tocadas, profundamente, a través de la literatura. Es un hecho que leer más literatura escrita por mujeres amplía el horizonte y nos hace voltear a ver estas problemáticas desde otra perspectiva.


Notas

[1] Gloria Pardo, “Entre intimidades, amores y escrituras”, p. 184.

[2] Gloria Pardo, “Entre intimidades, amores y escrituras”, p. 184.

[3] Gloria Pardo, “Entre intimidades, amores y escrituras”, p. 184.

[4] Personaje sumamente interesante en la novela ya que Eriko funge como madre, pero antes fue padre. Tras la muerte de la madre de Yûichi, comienza a usar peluca y vestidos para cubrir el vacío que dejó su esposa y otorgarle una figura materna a su hijo.

[5] Banana Yoshimoto, Kitchen, p. 12.

[6] Banana Yoshimoto, Kitchen, p. 13

[7] Julio Hevia Garrido Lecca, "Cocinas literarias", p. 10.

[8] Banana Yoshimoto, Lagartija, p. 1203.

[9] Banana Yoshimoto, “Soñando con Kimchi”, p. 514.

Referencias

Lecca, J. H. Cocinas literarias. Buen vivir, cuidado de la casa común y reconciliación. Cátedra UNESCO de Comunicación, III Foro Iberoamericano de Cátedras de Comunicación. Documento en línea

Prado, G. Entre intimidades, amores y escrituras. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, Iztapalapa. 15(37), 1995. Documento en línea

Yoshimoto, B. Kitchen. Maxi Tusquets Editores, México, 2019.

Yoshimoto, B. Lagartija. Tusquets Editores, México, 2020.