Elaborado por Ana Karen Rosales, Alumna del Servicio Social del PUEAA
Entre los desafíos más relevantes que vive hoy la humanidad, como los gobiernos irresponsables, el paro, la trata de personas, el tráfico de armas y drogas, el empobrecimiento de la mayoría, el sida y la malaria, el acaparamiento de tierras y de recursos por los poderosos, los refugiados, etc. Además de ello, se encuentra el fenómeno de los grupos yihadistas violentos, esparcidos por todo el globo. Al golpear el “estado islámico” en Irak y Siria, las células yihadistas se han multiplicado por todo el globo.
Existen varios tipos de grupos fundamentalistas o radicalizados, de contenido político, económico, étnico, cultural, religioso, etc. Cuando una política, economía, cultura o religión se convierte en “ideología”, entonces busca imponerse a los demás de formas violentas.
La palabra yihadismo alude a una ideología comprendida por una minoría dentro del movimiento islamista que se basa en la utilización de la violencia con el fin de crear el Estado islámico ideal.
Yihadismo es un término nuevo tomado de los países occidentales que se utiliza para designar a los grupos más radicales y violentos inmersos en el islam político, cuya peculiaridad es utilizar una violencia constante junto con actividades terroristas, todo en nombre de la obligación religiosa conocida como yihad, que de acuerdo a los estudios tiene dos inclinaciones que son la yihad menor que tienden a utilizar la crueldad y agresión; y la yihad mayor, que se apoya en la interpretación espiritual, refiriéndose a que todo creyente de esta ideología debe esforzarse para ser un mejor musulmán. Cabe destacar que no todos los musulmanes son islamistas, y a su vez, no todos los islamistas son yihadistas.
En los últimos años, el yihadismo se ha expandido por el continente africano. Desde el consolidado Al Shabab en Somalia, pasando por Al Qaeda en el Magreb Islámico, todo el conjunto de organizaciones terroristas que desestabilizaron Malí en 2012 y lo continúan haciendo, hasta llegar al más letal Boko Haram nigeriano. Sin embargo, estos grupos no se han conformado con actuar en sus países de origen y están extendiendo sus tentáculos a otros que hasta ahora estaban libres de esta amenaza.
Camerún, Chad, Kenia y Burkina Faso son los nuevos campos de batalla del yihadismo en África.
Las organizaciones terroristas se han amparado en la doctrina de Mahoma para justificar sus actos violentos en la llamada guerra santa en contra de los infieles al islam, las democracias liberales y los estados laicos. Dentro de la doctrina islámica, se le da múltiples connotaciones tanto violentas como religiosas.
Pero ¿Quiénes pertenecen al Yihadismo?
La principal y más conocida e importante organización yihadista es Al Qaeda. Esta logró consolidarse como la unificadora de las organizaciones antes fragmentadas del yihadismo, gracias al liderazgo de Osama Bin Laden, quien patrocinó y financió el renacimiento del yihadismo ampliando sus influencias.
En la actualidad, existen numerosas organizaciones yihadistas independientes más antiguas que Al Qaeda.
La falta de legitimidad de los gobiernos y la inestabilidad política, la mala gobernanza, la corrupción y la debilidad de las instituciones la ausencia del imperio de la ley, o las reivindicaciones sociales son factores comunes en muchos países donde está hoy presente el yihadismo en África.
Y es el contexto en el que se asientan las milicias islamistas en África, junto al apoyo externo, lo que les ha permitido desarrollar una importante capacidad de captación, radicalización y financiación, que son los principales soportes de su persistencia y expansión.
Todos estos ingredientes, mucho más que la pobreza o el subdesarrollo, generan unos sentimientos de desarraigo y frustración social que los yihadistas explotan entre la población musulmana –que en África profesa mayoritariamente un sufismo moderado y tolerante, y que es la principal víctima de la violencia yihadista– para captar adeptos a su causa y someterlos a su interpretación radical, fanática y violenta del Islam.
En la actualidad, la batalla contra los grupos yihadistas está en manos de la Operación Barkhane, heredera de Serval aunque con menos fuerzas (800 efectivos) presentes en el país; y de los cascos azules de MINUSMA, que debe reforzar su entidad y sus capacidades operativas y de protección, pues se ha convertido en objetivo prioritario de los islamistas y, con 44 fallecidos desde el inicio de su despliegue, en la misión más peligrosa de Naciones Unidas. «Ninguna misión ha sido tan costosa en “términos de sangre”: los ataques a las bases y con IED (artefactos explosivos improvisados) son diarios», declaró el vicesecretario general de Naciones Unidas, Hervé Ladsous.
Por último, los grupos yihadistas africanos han incrementado su poder económico gracias a su incursión en las intrincadas redes del crimen organizado (tráfico de armas, drogas, recursos naturales e, incluso, de seres humanos), la extorsión o el secuestro de occidentales, además de los continuos saqueos de poblaciones indefensas.
Esta financiación ilícita y criminal, que se “adapta” a las peculiaridades regionales, les ha permitido, por un lado, tener una menor dependencia de ayudas y donaciones externas; y, por otro, ejercer una suerte de “acción social” para ganarse el beneplácito de la población, que muchas veces recibe de los yihadistas lo que no llega desde el poder estatal.
Referencias
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