Elaborado por Naileth Jiménez, Alumna del Servicio Social del PUEAA
El Hallyu es un fenómeno cultural registrado desde el final de los años 90, que consiste en la producción, consumo y exportación de producciones musicales, visuales y audiovisuales de la República de Corea hacia otros países del este de Asia en primer momento, abarcando luego el resto del mundo. Pero, ¿cómo logró esto un país que hace sólo veinte años era tan poco conocido?
Bien, para responder esta pregunta, primero tenemos que entrar en contexto. En 1999, el presidente de Corea del Sur, Kim Dae-jung, creó una ley para la promoción de las industrias culturales, en la que se destinó desde entonces al menos 1% del presupuesto total de la nación a este tipo de actividades, con una política de promoción de la cultura popular sobre la cultura Occidental que a la fecha había desplazado a la primera; estas políticas tuvieron resultados en poco tiempo, porque aumentaron el consumo doméstico de productos culturales coreanos y sentaron las bases de las industrias creativas que lo sucederán.
Con impulsos como la creación de la Ley de Promoción de la Industria Cultural Básica (1999), la creación de la agencia Coreana de Cultura y Contenidos (1999), la definición del Hallyu como poder blando del estado con miras a la región y más actualmente con la creación de la Comisión Presidencial de la Marca País en 2009, Réquiz (2019) nos dice que “el Estado tejió un ecosistema institucional de apoyo y respaldo a la producción de las principales industrias creativas.” La creación de una Marca País y la industria turística han creado un puente cultural entre el modo de vida occidental y la tradicionalidad del pueblo coreano, quien no sólo exporta entretenimiento, sino formas de vida y significados.
Otro concepto necesario para entender el éxito del país es el de cultura de masas. Según Morin (1966), se caracteriza por integrar los contenidos de la corriente popular y la burguesa para transformarlos en algo nuevo. Esta no viene impuesta por las instituciones sociales, sino por el mercado y debido al surgimiento de los medios de comunicación y la universalidad que proponen a través de la circulación de los contenidos, la hace omnipresente.
El K-pop surgió a principios de la década de los 90, teniendo como precursor al grupo Seo Taijin and Boys, quienes propusieron una música y estilo inspirados en el pop estadounidense, despertando el interés de un público acostumbrado al folk y al trot. Siguiendo esta nueva propuesta, en 1995 surgió la compañía SM Entertainment, especializada en el entrenamiento de artistas musicales, que lanzó la primera banda: H.O.T.
En consecuencia, los primeros sellos discográficos surgieron en la misma época y contaron con espacios en televisión para promover a los nuevos artistas, con relativa independencia. Como el pop se promovió en estos pequeños segmentos musicales televisivos, la incipiente cultura de masas enfatizó lo visual, pues la gente no sólo escuchaba a sus artistas, sino que también los veía, por lo que su presentación en vivo debía ser visualmente perfecta.
Pero, ¿cómo se logra el éxito de un artista? Mediante el Star system:
La estrella es diosa. El público la convierte en tal. Pero el star system la prepara, la adereza, la forma, la fábrica. La estrella responde a una necesidad afectiva o mítica que no es creada por star system. Pero sin el star system, esta necesidad no encontrará sus formas, sus apoyos, sus afrodisiacos (Morin, 1972, como se citó en Durán s/f)
Este sistema fue adoptado por los gigantes del entretenimiento surcoreano (también conocidos como fábricas de Idols) como SM Entertainment, YG Entertainment y JYP Entertainment, y posteriormente copiado por todos los demás. Estas empresas disponen de todo para los artistas, desde el entrenamiento, el planear, producir y distribuir discos hasta controlar la publicación de la música, las licencias, proveer agentes y mánagers, organizar acontecimientos y hasta controlar sus redes sociales.
Esto quiere decir que todo el proceso de producción musical se hace desde un mismo sello; los compositores, los escritores de canciones, los ingenieros, los mánagers, los agentes, los coreógrafos, los coordinadores de diseños, los consultores de imagen, los instructores vocales, de baile y actuación, los ejecutivos de marketing… todos trabajan para la misma empresa.
Todos los artistas de K-Pop tendrían una superproducción detrás y todo estaría controlado desde las oficinas de las casas discográficas, las cuales invirtieron mucho dinero en los videos musicales, la música, la publicidad y en la imagen de los artistas. No solo producen a sus artistas, sino que tienen el control total de su carrera y algunas veces, hasta de su vida. La fama es un instrumento imprescindible para entender la dinámica de los individuos “socialmente excelsos” creados por un sistema privado para competir en el mercado del interés público creado por la realidad mediática.
“Los Idols han creado un nuevo dominio de cultura popular patrocinada por los medios de comunicación, la industria del entretenimiento, la publicidad y las empresas de consumo” (Craig, 2000). Y es que los idols están en todas partes, desde anuncios publicitarios a máquinas de bebidas, paquetes de ramen instantáneo o hasta en anuncios de pañales. El idol es un producto que da grandes beneficios y los grupos idol, tanto masculinos como femeninos, son uno de los productos de consumo contemporáneos de más éxito.
En conclusión, el Hallyu es un producto cultural industrialmente elaborado de la mano del Estado, oligopolios empresariales y el mercado. Estos, como afirma Morin (1966), buscan “gustar” al consumidor, entretener para cumplir con una premisa fundamental: el éxito económico. “Todo sistema industrial, aparte de la búsqueda de lucro, tiende al crecimiento, y toda producción masiva destinada a ser consumida tiene su propia lógica: la lógica del máximo consumo”.
Referencias
Arriojas, C., Réquiz, V. (2019) Devorando el Hallyu: Desarrollo, hibridación y canibalismo latinoamericano. MAP, Revista mundo Asia-Pacífico 8(14), 45-59. https://doi.org/10.17230/map.v8.i14.03
Avellana, L. (07 de junio de 2022). Los idols como objeto de cultura popular japonesa. Japonismo. En línea
Bottom, M. (2018). Edgar Morin. La cultura como objeto de análisis. Question 1(60), e94. Documento en línea
Duran, B. (s/f) El fenómeno de los fans e ídolos mediáticos: evolución conceptual y génesis histórica. Revista Injuve. 13-29. Documento en línea
González, P. (06 de mayo de 2020). El K-Pop como bien de consumo en la sociedad surcoreana. Este País. En línea.
Morin, E. (1966). El espíritu del tiempo. Madrid: Ed. Taurus.