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Chánzú: La tradición del pie de loto
29 ene 2021

Elaborado por María Fernanda De la Peña, Alumna de Servicio Social del PUEAA

También conocidos como pies de loto, esta práctica surgió en la Dinastía Song y siguió manifestándose hasta principios del siglo XX, si bien no tiene un punto de partida específico, la versión más popular sobre su origen se encuentra en la leyenda del emperador Li Yu perteneciente a la Dinastía Tang. En sus inicios vendarse los pies surgió como una práctica voluntaria, pero esto cambió con el tiempo, cuando los conocimientos en medicina de la época mostraron que la modificación del pie era más efectiva durante la infancia.

Obtener los pies de loto implicaba sufrir un tormentoso procedimiento en el cual las involucradas no podían disponer del sufrimiento que estaban por vivir, sino que eran sus madres y abuelas quienes decidían por ellas; siempre tomando en cuenta la importancia de este elemento para el disfrute masculino y los beneficios que le traería a la niña cuando esta llegara a la adultez.

Los pies eran deformados mediante técnicas dolorosas, que significaban para las niñas de 3 o 4 años la renuncia a su movilidad, su libertad y a una vida sin dolor para tomar la responsabilidad de un futuro prometedor como mujeres; las niñas eran sometidas a tratamientos que implicaban en un inicio tomar sustancias y preparados que aseguraban ablandar los huesos paulatinamente.

El día de la deformación las uñas eran cortadas y los pies masajeados, tras esto los huesos de los dedos eran rotos y reacomodados por debajo de la planta del pie, rompiendo de igual manera el empeine, para dar forma a muñones de pequeño tamaño que eran automáticamente vendados con la mayor fuerza posible para evitar que el pie regresara a su forma original. Durante el proceso el tamaño que se buscaba obtener eran los 7 centímetros de largo, ya que esta era considerada la medida ideal dentro de los estándares de belleza.

Una vez terminado el procedimiento las niñas eran obligadas a caminar automáticamente para evitar perder la capacidad de andar en pie, los días posteriores se sometían a curaciones que buscaban evitar las infecciones y apretar lo más posible el vendado para reducir el tamaño y pulir la forma.

Dentro de los riesgos posteriores se corría el riesgo continuo de padecer infecciones o gangrena en los pies, las uñas debían ser cortadas lo más posible, habiendo ocasiones donde se optaba por retirarlas por completo para evitar que interfirieran, junto con los continuos calambres que acompañarían a las mujeres de por vida.

Los pies de loto se convirtieron en sinónimo de nobleza ya que una mujer con los pies vendados era incapaz de ayudar en el campo debido a su limitada movilidad, por lo cual el chánzú se consolidó como una práctica exclusiva para las mujeres pertenecientes a familias acaudaladas. Las mujeres que nacían en circunstancias económicas limitadas no podían tener acceso a la deformación de pies, ya que se veían forzadas a ayudar al padre o esposo en sus labores, pero no ser candidata para sufrir este dolor no era un alivio para la mayoría sino una limitante para mejorar su futuro.

De la mano de la belleza, los pies de loto aseguraban llamar la atención de los hombres pertenecientes familias nobles y económicamente fuertes, entre más pequeño fuera el pie más atractivo era y más probabilidades se tenía de asegurar una mejor alianza.

Los pies adquirieron un valor sexual casi equiparable al de los genitales; las mujeres no tenían permitido mostrar sus pies ni consentir que estos fueran tocados por un hombre que no fuera su marido, esto era considerado una falta de respeto grave que podía poner en juego la castidad y la pureza de la mujer. Era únicamente después de contraer nupcias que el hombre adquiría el derecho a tocar los pies de la mujer, su importancia fue tal que el acto sexual solía iniciarse cuando el hombre tocaba los pies de una mujer.

Hubo más de un intento para desaparecer esta práctica durante el cambio de dinastías y el establecimiento de edictos imperiales, por considerarla una práctica bárbara; Kang Youwei en 1883 proclamó la prohibición de los pies vendados, esta prohibición se extendió de la mano de Kang Guangren en 1885, sin embargo, el chánzú continuó llevándose a cabo.

La dinastía Qing, el último periodo imperial en la historia de China, también buscó eliminar el vendaje de pies al considerarla una costumbre obsoleta y anticuada, y si bien dejó de practicarse en los sectores sociales más altos y en las regiones chinas que estaban en mayor contacto con occidente, esta práctica continuó en las regiones rurales.

Con el establecimiento de la República Popular China en manos de Mao Tse Tung, esta costumbre llegó a su fin con la prohibición de continuar con las tradiciones que impedían a la nación progresar y la situaban dentro de la barbarie; una de ellas la práctica del chánzú. Las niñas y adolescentes pudieron crecer exentas de este dolor, para el alivio de sus madres y abuelas que en su mayoría aún tenían los pies vendados; aunque en años recientes aún se llegan a encontrar mujeres mayores que poseen los pies vendados.

Analizar la práctica del chánzú nos lleva a reflexionar en torno a cómo se construyen los cánones estéticos y cómo estos han modificado, y continúan haciéndolo, la realidad de las mujeres a lo largo del tiempo y las naciones.


Referencias

Flora Botton, “Sexualidad en China” en Estudios de Asia y África, México, 1989. Documento en línea

Liu Dalin, El imperio del deseo. Madrid, Alianza Editorial, 2010.

Taciana Fisac Badell, El otro sexo del dragón. Madrid, Narcea Ediciones, 2012,

Lien Tan Pan, “Estatus social, papel y lenguaje de las mujeres chinas” en Estudios de Asia y África, México, 2005. Documento en línea [https://www.redalyc.org/pdf/586/58640204.pdf]

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Yan Tan, “Nosotras. Breve crónica de tres generaciones de mujeres chinas” en Revista Géneros, México, 2014. Documento en línea