Corría la década de los 50 cuando Henry Verwoerd y el Partido Nacional afrikáner[1] oficializaban el apartheid en Sudáfrica, un sistema de segregación racial que consistió en la diferenciación legal y espacial entre los sudafricanos blancos y los sudafricanos negros. Durante el apartheid se adoptaron medidas como la llamada Ley de Registro de Población, una rigurosa clasificación de los ciudadanos de Sudáfrica según su raza, que en muchas ocasiones dividió a familias enteras al catalogar a sus integrantes en grupos raciales diferentes. Otras leyes que modificaron la vida de los sudafricanos fueron la Ley de Matrimonios Mixtos, que prohibía el matrimonio entre distintos grupos raciales y la Ley de Educación Bantú, que dio pie a un nuevo sistema de educación exclusivo para la población negra, firmemente controlado por el Estado y dedicado a difundir el mensaje del apartheid.
Una de las principales búsquedas del sistema implementado por Verwoerd y su partido era proteger los intereses políticos y económicos de los blancos, quienes constituían un sector minoritario de la población. De este modo, mediante la Política de Preferencia para el Empleo Urbano y la Abolición de Pases y Documentos, el gobierno logró controlar el tránsito de la población negra, obligando a ésta a utilizar un salvoconducto en el que se registraba su historia laboral y se determinaba su derecho de residencia. De este modo se logró desplazar a la población negra y de otras razas a diferentes zonas rurales del país, separándola de forma efectiva del espacio blanco urbano.
Lo anterior modificó significativamente el paisaje y el modo de vida sudafricano. Los espacios destinados a la población negra pronto se empezarían a conocer como bantustanes, y en ellos y en contadas ciudades dominadas por las comunidades negras empezaría a florecer la resistencia política, la organización social y nuevos fenómenos artísticos y culturales.