La Economía de la Cultura ha tomado relevancia dentro de la agenda económica de los gobiernos y de los organismos internacionales, no solo por su impacto en el PIB, sino por sus efectos dinamizadores en la economía y en la sociedad (Coppola y González, 2009). Dentro de las industrias culturales, la música es una de las más reconocidas y lucrativas; como objeto comercial, se basa en la creación y explotación de propiedades intelectuales basadas en la música.
De acuerdo al International Federation of the Phonographic Industry (IFPI) Global Music Report, en 2021, el mercado mundial de la música grabada creció un 18.5 % con respecto al año anterior, impulsado por el crecimiento del streaming de pago. En general, hubo un crecimiento de los ingresos procedentes del streaming, los formatos físicos, los derechos de ejecución y la sincronización.[1] Las cifras publicadas en el informe muestran que los ingresos totales para 2021 fueron de 25.9 millones de dólares. En el caso del continente asiático, este creció un 16.1 %, y su mayor mercado, Japón, registró un crecimiento del 9.3 %.
Lo que es diferente en Asia es el hecho de que muchos de los servicios a los que estamos acostumbrados en occidente, como Spotify y Deezer, no están disponibles en el mercado o simplemente no son los más populares. Si nos fijamos en China, por ejemplo, Spotify, Facebook y Twitter no están disponibles en el país, en su lugar, QQ Music de Ten Cent es uno de los servicios de streaming más populares; en Japón, la plataforma de música más popular es Line Music; en Corea del Sur, el servicio de MelOn, propiedad de Kakao Entertainment, es uno de los más usados.