El mar estaba muy sucio en ese momento. Incluso hoy me dan náuseas de pensar en ello. Era espeso y pesado, más como un pantano que como un mar…”[1]
En enero de 2013 se llevó a cabo en la prefectura de Kumamoto, Japón, la Conferencia de Plenipotenciarios sobre el Convenio de Minamata, un instrumento jurídico internacional cuyo principal objetivo es controlar los riesgos para la salud y el medio ambiente provocados por la producción de mercurio y productos derivados; su firma ocurre 60 años después de uno de los desastres ambientales más lamentables en la historia japonesa, del cual se han aprendido lecciones sobre el correcto manejo de los desechos industriales.
La iniciativa para la creación del Convenio de Minamata surgió dentro del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el cual, mediante una evaluación al manejo del mercurio a nivel mundial, llegó a la conclusión de que había repercusiones nocivas de este elemento y sus compuestos.[2]
El mercurio presenta características fisicoquímicas que lo hacen valioso para la industria en la producción de termómetros, extracción de otros metales, fabricación de piezas de electrónica e incluso para la industria nuclear. Sin embargo, más allá de su utilidad, bajo un manejo inadecuado, representa serias repercusiones para la vida por su alta toxicidad y, a consecuencia de ello, efectos irreversibles en la salud. Su principal consecuencia en Japón fue denominada “enfermedad de Minamata”, un síndrome neurológico causado por consumo de pescados y mariscos contaminados que provocaba la pérdida de control de los sentidos y los movimientos de las extremidades, culminando muchas veces en la muerte de las personas afectadas. [3]
Resulta difícil imaginar a Japón como un país con serios problemas de contaminación por su imagen actual de compromiso con la naturaleza, sin embargo, antes y durante la época de su gran crecimiento económico presentó problemas muy serios que derivaron en las llamadas “Cuatro grandes enfermedades por contaminación de Japón”, dos de ellas provocadas por metilmercurio, un compuesto que puede permanecer mucho tiempo en el ambiente y traspasar las cadenas alimenticias.
La enfermedad de Minamata toma su nombre de una pequeña ciudad costera en la isla de Kyushu al suroeste de Japón, una comunidad de pescadores donde se presentaron los primeros casos de envenenamiento por mercurio. Las primeras manifestaciones ocurrieron en 1953: peces muertos flotando en el agua, desaparición de especies acuáticas, además de comportamientos extraños en los gatos, algo que se denominó la enfermedad de los “gatos danzantes” porque sufrían una serie de movimientos descontrolados de los que no podían recuperarse.