Para Lee Kuan Yew, la clave para tener una sociedad pacífica y harmónica es la sensación de tener un juego limpio para todos. Si todos los integrantes de la sociedad saben que tienen posibilidades reales de salir adelante y sienten que comparten las ganancias y pérdidas de los resultados generales de la población, la convivencia será mejor.
El primer ministro singapurense señala que los intentos de implementar el socialismo en Asia le enseñaron que la motivación y las recompensas personales eran esenciales para tener una economía productiva. Además, aprendió que, como las personas tienen habilidades distintas, dejar que las recompensas se basaran en el mercado fomentaría que hubiera pocos ganadores y demasiados perdedores. La tensión social aumenta en un caso así porque no hay una sensación de justicia en el ambiente. Una sociedad donde las ganancias fueran exclusivamente al más fuerte era inaceptable para Singapur, según narra Lee en From Third World to First.
El gobierno singapurense debía nivelar los extremos que la sociedad de libre mercado generaba. El ingreso nacional debía ser distribuido mediante subsidios en elementos que fomentaran el mejoramiento de los miembros de la sociedad como la educación. A su vez, la salud y la vivienda eran otros rubros para cubrir por los subsidios implementados desde el palacio de gobierno de Singapur. El reto era encontrar el balance exacto para no generar descontento en ningún lado de la balanza ni desincentivar el esfuerzo.
La primera preocupación era la vivienda. Lee quería que la población en general tuviera un patrimonio porque había notado que la propiedad fomentaba que las personas cuidaran más los inmuebles. Si cada familia tenía un hogar, el país sería más estable, ante los ojos de Lee. A su vez, si la población tenía un patrimonio, el primer ministro creía que defendería con mayor fervor a Singapur en caso de una invasión. Los singapurenses lucharían por defender su propiedad y riqueza. La falta de raíces en común arraigadas con el territorio hacía dudar a Lee del compromiso que tendría la población con la tierra sin la tenencia de propiedades.