La partida de los británicos supuso un cambio en la dinámica de Singapur en el mundo. El cambio de régimen significó dejar de ser el centro administrativo, comercial y militar del sureste de Asia. Sin una gran potencia que respaldara a esta nueva nación, el futuro de Singapur no se veía tan prometedor y es algo que Lee Kuan Yew temía y estaba dispuesto a cambiar.
Las asperezas de la independencia hicieron que Singapur ya no tuviera un mercado común con sus vecinos Malasia e Indonesia y con ello se esperaba que la tasa de desempleo llegara a ser del 14% en 1966. Los parados llevarían al descontento de la población y esto era completamente desfavorable para el correcto desarrollo de Singapur. El primer ministro sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja. Buscó inútilmente reestablecer el comercio con Malasia e Indonesia y también comenzar a exportar productos de manufactura singapurense a Estados Unidos, el Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. El gobierno buscó crear trabajos de la manera que fuera posible.
Desde que Lee Kuan Yew y su equipo tomaron el mando de Singapur en 1959, sabían que el camino a seguir era la industrialización de la isla. Con esto en mente, desde las oficinas gubernamentales se comenzó a fomentar la creación de fábricas en distintas partes de la isla. A pesar del pequeño mercado singapurense de 2 millones de personas, se buscó proteger el mercado local y su producción de refrigeradores, aires acondicionados, carros ensamblados, radios, grabadoras y televisores. A su vez, se invitó a los inversionistas a trabajar en la producción de aceites vegetales, cosméticos, repelentes para moscos en espiral, productos para el cabello y demás productos. Esto llamó la atención de inversionistas en Hong Kong y en Taiwán y por ello llevaron capital para desarrollar la industria de textiles, juguetes y vestimenta.