El día 3 de octubre del año en curso surge el tópico sobre la posición de la Corte Constitucional de Corea del Sur frente al aborto, a partir de la propuesta de ley que despenalizaría la interrupción del embarazo hasta las 14 semanas de gestación. (Cha, 2020) Desde abril del 2019 se puso sobre la mesa la propuesta, una medida que va en contra de la normatividad existente desde 1953, para ser revisada y consecuentemente implementada a final del año.
Hasta entonces la ley existente decreta que la mujer que aborte puede enfrentar hasta un año de prisión, y el médico que realice el procedimiento puede ser castigado hasta con dos años.
De manera más grave, la punibilidad legal va de la mano con una punibilidad social, el estigma del aborto en Corea del Sur es potencialmente más grave que el estatus legal. Este estigma dificulta a las mujeres coreanas el acceso a los recursos de salud necesarios para garantizar su calidad de vida y salud reproductiva.
Una encuesta realizada por CNN señala que tres cuartos de la población encuestada, que eran mujeres de entre 15 y 44 años, condenaban la ley bajo el precepto de su injusticia. De ellas el 20% afirmó haberse realizado un aborto clandestino y en el año 2018 el Ministro de Salud de Corea del Sur registró 50,000 mujeres que se habían realizado el procedimiento. (Seo, 2019)
La reacción de la ciudadanía coreana ha sido desfavorable desde ambas posiciones: Las agrupaciones por los derechos de las mujeres han manifestado su descontento con la ley pues sigue siendo el sentido principal de esta el castigar a aquellas ciudadanas que decidan sobre su cuerpo. En contraste, las agrupaciones reaccionarias seguirán abogando a favor de la protección de la vida desde el momento de la concepción, con la tradición coreana y la religión como estandartes de su descontento. (Cha, 2020)
Género, cuerpo y castigo
La discusión sobre los derechos reproductivos de las mujeres no es más que una de las múltiples luchas de las mujeres surcoreanas por el dominio de su propio cuerpo en medio de la tradición Neo-confuciana patriarcal, cuyas raíces históricas se desprenden hasta el día de hoy. La lucha por el cuerpo es también una lucha por la reivindicación de su pasado y apropiación de su futuro.
Históricamente el cuerpo de la mujer coreana se ha entendido como una propiedad de su cónyuge varón y del Estado al que pertenece. Su papel se restringe a los espacios privados, como sumisa y madre, productora del hogar y de la fuerza productiva del país. Desde el mismo Neo-confucianismo la mujer se entiende inferior e incompleta sin una contraparte masculina ya que posee un “Yi” inferior.
La lucha por los derechos reproductivos, más que una lucha legal, representa paralelamente una lucha simbólica que busca emancipar a la mujer del papel histórico que ha confinado su valor a las relaciones que sostiene con el Estado y el marido. Esta emancipación es también una lucha por el final del silencio obligado de estas mujeres.