Las y los Tuareg: Descolonización y resistencia desde el desierto

Elaborado por Idalia Rosado, Alumna de Servicio Social del PUEAA

Usualmente pensamos a África como un territorio cultural, que sigue siendo una parte inexplorada del mundo, en donde el mainstream de los medios de comunicación han tratado de transmitir sólo sus guerras o conflictos, pobreza, hambruna y migración, e invisibilizar a aquellos(as) que luchan por sobrevivir a la modernidad poscolonial. En ese sentido, no es posible determinar que los conflictos latentes en la región persisten por motivos esporádicos y sin razón alguna, pues muchos de ellos se han agudizado por los mandatos establecidos y perpetrados desde el colonialismo hasta la descolonización de estos países al obtener sus independencias durante la década de l960 durante el siglo XX.

La colonización y sus estragos radicalizaron los estilos de vida de las poblaciones en el continente, forzando su necesaria adaptación sociocultural en el ámbito político, económico, etc. para sobrevivir. A pesar de que el modelo “civilizatorio” fue muy violento y cruel, los (as) africanos (as) eran los (as) incivilizados (as). Por eso las comunidades se abstuvieron a aceptar la destrucción, expropiación y eliminación de las formas de vida de sus territorios; en África hay y hubo resistencias latentes como los grupos nómadas del Sahara y Sahel: los (as) Tuareg, cuya resistencia está prácticamente olvidada en la sociedad internacional por su vinculación con el terrorismo, pero que ha permanecido en rebelión por legitimarse a partir de sus saberes.

Con la colonización, el territorio africano fue objeto de investigaciones previas en los territorios africanos para conocer los puntos estratégicos, recursos naturales, etnias, espacio geográfico etc. por parte de los colonizadores y dividir “arbitrariamente” las comunidades. Sin embargo, es bien sabido que las fronteras fueron, además de una partición de recursos naturales y humanos, un método “civilizatorio” para establecer y proteger la propiedad privada con el fin de explotarla para generar un proceso de acumulación y que -a su vez- derivó en desigualdades estructurales.

Estas estructuras codificadas tergiversaron los usos y costumbres de las poblaciones a su conveniencia, pero coadyuvaron en la estratificación de las sociedades independientes poscoloniales en África. Todas estas estructuras colonizadoras configuraron los Estados independientes en los años sesenta, aunado a que sus gobernantes estudiaron y se asociaron con el pensamiento político-económico de Occidente, facilitando la permanente influencia de las potencias extranjeras. Esto se ejemplifica con los (as) Tuareg, también conocidos como Kel Tamasheq, un grupo étnico que habita las grandes franjas del Sahara Occidental Africano y el Sahel. Su origen varía entre teorías, pero su genealogía se ubica con la población bereber del norte de África. Es un grupo tan heterogéneo que en su interior existen al menos 8 grupos.

Su entorno desértico se configura como un espacio social con el que se mantiene una relación estrecha y fuerte al igual que con todo aquello que le integra como los dromedarios a quienes veneran. Su territorio ha sido dividido por fronteras artificiales, inexistentes en su cosmovisión, que corresponden a los Estados independientes de Níger, Mali, Burkina Faso, Argelia, y Libia. Lo anterior, prueba que las fronteras nacionales y la proliferación extendida de carreteras, minas y nuevas tierras de cultivo, entre otros advenimientos del siglo pasado, han impedido significativamente los medios de vida tradicionales de los Tuareg. A causa de que la mayor parte de la población se encuentra en Mali y Níger, las luchas se han centrado en la independencia y la formación de un gobierno propio desde la colonización.

En la última década del siglo XIX, los franceses intervinieron en las zonas del Sahel, cambiando por completo la vida de los Tuareg. Aunque hubo resistencias durante 1893, fue hasta 1917 que se firmó un acuerdo de paz entre franceses y tuareg.

Ante estas dinámicas, el pueblo tuareg se vio amenazado porque los límites de los Estados redujeron la libertad de movimiento la cual es pieza fundamental y el motor de vida de este grupo, lo que provoca que vivan encerrados y que sus caminatas con su ganado sean imposibles por los nuevos límites territoriales, dejando dos opciones para esta etnia: hacerse sedentarios y lograr integrarse; o convertirse en marginados. Por ende, los (as) tuareg buscan formas y espacios para resistir y recuperar su espacio. Los (as) jóvenes, en especial, optan por la rebelión, mismos que han sido reprimidos por los Estados de la zona a través de políticas represivas y de marginación hacia la “minoría”, quienes se manifestarían en forma de movimientos independentistas.

En el caso de Níger, la primera rebelión se dio en 1990, resultando el Frente para la Liberación del Aire y el Azawad con otros frentes, desafortunadamente esta rebelión no alcanzó su cometido. Por ello en 2007, la rebelión articuló las luchas del primer movimiento, haciendo especial énfasis en la explotación de Uranio en Agadez, una ciudad habitada por los (as) tuareg y pieza clave en la independencia nuclear para Francia. Ante el estancamiento del primer y segundo alzamiento tuareg, la llegada del grupo Al-Qaeda Magreb Islámico (AQMI), el reclutamiento de los tuareg por el ejército de Muamar Gadafi en Libia para combatir a los revolucionarios libios y el gran tráfico de armas entre los Tuaregs que regresaban a Malí y Níger, en 2011 los movimientos independentistas del AWAD volvieron a levantarse pero esta vez en alianza pragmática militar con grupos terroristas para reclamar los territorios del Norte para la construcción de un Estado independiente.

Así los (as) Tuareg han representado un obstáculo y amenaza para la conformación de un Estado. Desde la colonización, la etnia tuareg se configuró como la piedra en el zapato de los franceses; posteriormente, fueron concebidos como un atraso para los Estados independistas, como Malí y Níger. Asimismo, el nomadismo tuareg fue visto como una afronta a la seguridad nacional y a la modernización del país.

Por ello se crea el imaginario colectivo del “otro”, un sujeto que es necesario vencer para lograr la paz y el desarrollo. En este sentido, cuando se les declara como terroristas, a nivel internacional los medios omiten la violencia sistemática que el Estado ejerció a estas comunidades, haciendo lucir a los tuareg como salvajes, incivilizados, violentos e insensatos.

En suma, con el proceso de colonización y posteriormente el de descolonización, no se consideró toda dimensión cultural en África, derivando el desencadenamiento de enormes y severos desequilibrios en la sociedad que más tarde serían mortificantes pues las estructuras internas esenciales de los grupos étnicos en África seguirán presentes para la lucha por su independencia y su autodeterminación. Necesitamos repensar África. Al Sahel como un desierto sin fronteras delineadas con una regla métrica, en donde sus habitantes, los nómadas de velo azul, exigen todos los días su autodeterminación, sus pueblos, su arena, su suelo, su existencia.


Referencias

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