Bajo el caluroso cielo de Seúl, palpita la esperanza

Agosto. El calor del verano lo derrite todo. Seúl registra las temperaturas más altas de su historia desde que existe el servicio meteorológico, fundado en la primera década del siglo XX: 44 grados Celsius con 70% de humedad. La temida temporada de lluvias —al parecer caen trombas sin discontinuar a lo largo de varias semanas—, duró apenas unos días. Sirvió para engendrar un ejército de mosquitos que fue rápidamente diezmado, según los expertos, en tres cuartos de su población, por culpa de la canícula. Como fueron aniquilados miles de patos y tres millones de gallinas en las granjas. Aletargadas, las mujeres salen con sombrillas para no alterar la blancura de su rostro cuidadosamente maquillado. En la calle, las siluetas difuminadas deambulan de un toldo a otro, de un café helado a un vaso con hielos. Ando en busca de un sauna, tal vez ahí hallaré un poco de frescura.

Pueaa 2018 Web Blog Post2 Seul

Hace unos meses, se reunieron en el paralelo 38, en la zona desmilitarizada, el presidente de Corea del Sur Moon Jae-in y el líder del Norte Kim Jong-un. Desde entonces han sucedido muchas cosas. El tema de la desnuclearización quedó en manos de Donald Trump. Corea del Norte dijo que sí. Sí está dispuesta a desmantelar su arsenal nuclear, sí está abierta al diálogo, sí a todo… Pero como en canción ranchera, no dijo cuándo. Ni cómo. Los Estados Unidos piden una desnuclearización verificable, definitiva e irreversible. Y hasta ahora el astuto Kim no ha dado fecha para recibir a los expertos internacionales. Kim Jong-un… el ser divino que nació en las aguas sagradas del Lago Chon, el Lago del Cielo, en las aguas del cráter del Monte Paektu. Al menos eso rezan los altavoces en Pyongyang, tantas veces como sean necesarias, así el pueblo se lo aprende de memoria, así termina inscrito en su ADN… el ser divino que nació en las aguas sagradas, nuestro amado líder, el ser divino... Dejemos a un lado la telenovela Trump-Kim, para voltear hacia los coreanos. Los dos hermanos gemelos separados a la fuerza siempre se buscan y se corretean entre las faldas de la madre patria. El encuentro en el paralelo 38 hizo renacer todas las esperanzas y resurgir los recuerdos de quienes se vieron obligados a huir del norte, con lo puesto, dejando a sus familias allá. Como en todos los países divididos, unos se quedaron añorando a los seres amados que no volvieron a ver nunca. Allá arriba, en el norte, se quedó también el Monte Paektu, el pico más alto de la península, el volcán activo con su cráter y sus aguas sagradas. El lugar de origen del pueblo de los Gojoseon, los antiguos coreanos, los descendientes del dios de los Cielos, Hwanin, un lugar que ningún surcoreano visita ya. Magro consuelo, muchos se sumergen en la nostalgia de una foto gigante del Lago Chon, colgada en la pared de una oficina. Los más viejos temen morir sin haberlo conocido.

De un lado y de otro de la zona desmilitarizada, los coreanos están trabajando en la reunificación, han preparado una vasta agenda que incluye decenas de proyectos culturales, económicos, deportivos, familiares, hasta lingüísticos. Los norteños, en su empeño por diferenciarse, hablan el joseonmal, a diferencia del hangul de Seúl. Se entienden a la perfección, pero no es exactamente lo mismo. Ahora, lingüistas y filólogos han comenzado a trabajar activamente para erradicar esa diferenciación inventada por la política y crear un diccionario común.

Sin embargo, la posible reconciliación de las dos Coreas es percibida de distintas maneras en función de las generaciones. Este pueblo trabajador, susceptible, nacionalista, conservador, negado para la sensualidad y el baile, dotado para la tecnología y el rendimiento del tiempo en el calendario, me ha dado varias sorpresas. En un momento álgido, “histórico” como lo describió Moon, los de la tercera edad desean con fervor una sola bandera. Los de cuarenta años y más están dispuestos a pagar el precio (¿más impuestos?) de sacar a los hermanos del norte del atolladero (tienen tanta hambre allá, dice un proverbio, que a los muertos se les debe enterrar pronto para que no se los coman). A los millenials parece importarles un gajo de ajo, ¿una sola Corea? Para qué, se preguntan. Ellos con sus ídolos de K-POP y su make-up, tienen.

De todas formas, bajo el caluroso cielo de Seúl, palpita la esperanza.