El aclaramiento de piel: el caso de las mujeres africanas

La aspiración a la blanquitud puede ser considerada como un legado colonial. En este caso se hace referencia a la pigmentación de la piel. Aunque también se puede hablar de la aspiración a lo blanco desde otras perspectivas como la posición social o económica. Alcanzar esta aspiración o ser blanco es algo que atraviesa a todas y todos, porque históricamente se ha asociado el color con lo correcto, un alto nivel de ingresos económicos, mayores oportunidades, etc. Sin embargo, como ya se mencionó, este legado colonial no solo se centra en beneficiar a todos aquellos con tez blanca, la problemática va más allá.

En este sentido, haciendo referencia al blanqueamiento de la piel, se hablará del caso africano, puesto que en los últimos años ha sido muy visible este fenómeno en sitios de noticias y redes sociales. Por una parte, sitios que promueven productos o métodos para blanquear la piel y, por otra parte, se habla de las severas consecuencias que esto puede traer a la salud de las personas que se someten a estos tratamientos.

Resulta difícil establecer una fecha exacta en el que se comenzó el aclaramiento de piel. No obstante, en el caso sudafricano autoras como Meagan Jacobs y Susan Levin afirman que los primeros registros de su uso en Sudáfrica entre mujeres negras comenzaron en los años cincuenta junto con la Ley de preferencias de los trabajadores de color de 1955. Las mujeres con tez más clara eran las que encontraban con mayor facilidad empleo como trabajadoras del hogar y cocineras.[1]

Este fenómeno está principalmente ligado a las mujeres. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, en 2011 se demostró que el 40% de las mujeres africanas se decoloran la piel; en Nigeria alrededor de 77% de mujeres lo han hecho, mientras que el 59% en Togo y 35 % en Sudáfrica.[2]

Los productos para aclarar la piel son distintos: hay cremas, pastillas, aplicación intravenosa de glutatión, entre otros. La mayoría de ellos contienen ingredientes como la hidroquinona o esteroides que imposibilitan la producción de melanina. Son preocupantes los efectos secundarios que estos productos pueden tener sobre las personas que los utilizan, entre ellos: cáncer, dermatitis, reacciones alérgicas, debilitamiento de la piel.[3]

Conociendo los peligros que conlleva usar estos productos, países como Ghana, Ruanda y Sudáfrica han comenzado a prohibir su uso. Además, ha sido más visible que muchas mujeres se someten a estos tratamientos durante su embarazo para lograr un aclaramiento de piel para el bebé.

Si bien es cierto que hablar de los efectos secundarios y las consecuencias para la salud es necesario, así como fomentar su prohibición y una concientización en la población, aún falta mucho por hacer con el mercado informal. Pues, al vender los tratamientos de esta manera quienes los consumen no conocen los ingredientes, no se tiene una regulación sobre ellos, son de fácil acceso dado que sus precios no son elevados como otros, y por lo tanto se pone en riesgo la salud de un mayor número de personas.

Además, al haber expuesto los ingredientes con los que son hechos estos productos, las empresas como Nivea, Unilever, Pond’s, L’Oreal, no dejaron este mercado. Comenzaron a crear campañas publicitarias en las que afirman que sus productos (en su mayoría cremas) están elaborados a base de productos naturales, como el extracto de bayas, vitamina B3, etc.[4]

Es importante no solo aclarar que este tipo de tratamientos son nocivos para la salud, sino que se debe reflexionar acerca del trasfondo de esta práctica. Recientemente en las campañas publicitarias se muestra que los aclaradores de piel tienen un doble “beneficio”: en primer lugar, un mejor aspecto físico y en segundo un mayor acceso a oportunidades tanto sociales como económicas.

Al reforzar constantemente este imaginario de entre más blanco o blanca mejor posición social y económica, aún en poblaciones donde las personas no son en su mayoría de tez blanca, hace visible que esta idea responde a estándares establecidos, que no son reales en los lugares donde se encuentran, sino a lo que consideramos como occidente o el norte global, que generalmente se asocia a la idea de belleza de la mujer en Europa o Norte América.

Entonces, se ignoran las consecuencias que pueden traer a la salud por el hecho de que a otras personas les ha funcionado. Además, al estar constantemente recibiendo la información de las distintas campañas publicitarias, comerciales e influencers, se cree que la aspiración a lo blanco es correcta, y de no hacerlo se estará expuesta/o a discriminación, rechazo social, un mal estatus económico, etc. Bajo estas premisas es necesario cuestionar lo que se consume, reconocer que muchas bellezas son posibles, que el ideal blanco ha sido un legado colonial y que por el hecho de ser la figura dominante no significa que sea el indicado para todos/as.


Notas

[1] Megan, J., Susan, L., et. al, (2016), Fifty shades of African lightness: a bio-psyhosocial review of the global phenomenon of skin lightening practices, en Journal of public health in Africa, en línea [Consulta: 23 de febrero de 2021]

[2] Pavithra, R., (2019), Paying a high Price for skin bleaching [en línea], en Africa Renewal, Organización de las Naciones Unidas, en línea [Consulta: 22 de febrero de 2021]

[3] Pavithra, R., (2019), Ibídem

[4] Ramya, V., (2019), Dangerous skin bleaching has become a public health crisis. Corporate marketing lies behind it , en The Washington Post, en línea [Consulta: 23 de febrero de 2021]



Referencias

Jacobs, M., Levine, S., et. al, (2016), Fifty shades of African lightness: a bio-psyhosocial review of the global phenomenon of skin lightening practices, en Journal of public health in Africa, en línea [Consulta: 23 de febrero de 2021]

Rao, P., (2019), Paying a high Price for skin bleaching [en línea], en Africa Renewal, Organización de las Naciones Unidas, en línea [Consulta: 22 de febrero de 2021]

Vijaya, R., (2019), Dangerous skin bleaching has become a public health crisis. Corporate marketing lies behind it , en The Washington Post, en línea [Consulta: 23 de febrero de 2021]