Johannesburgo, espejo del África Subsahariana

Sudáfrica, es el país donde han germinado grandes hombres. Gandhi emprendió y forjó la independencia de la India justo en la ciudad de Johannesburgo. Es la nación de Mandela, que luchó en contra del Apartheid y quien durante 27 años estuvo encarcelado por luchar por los derechos humanos de su población. Posterior a su liberación llegó a ser presidente de ese estado al instaurarse el régimen democrático para tod@s. Gandhi, cumple 150 años de haber nacido, y su figura al igual que la de Mandela, refleja las luchas de los marginados por la equidad y el fin del racismo y la igualdad de derechos. Al día de hoy, son figuras que dan lecciones a los gobernantes para implantar políticas económicas que logren disminuir las desigualdades. La inequidad nace desde el seno materno y va acompañada de políticas públicas en salud, educación, acceso al agua y vivienda.

Ante una realidad económica, política y social que vive hoy el pueblo de Sudáfrica voy a platicar mis impresiones de un viaje relámpago que como Coordinadora del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África (PUEAA) hice hace unos días a la Universidad de Witwatersrand en la ciudad de Johannesburgo, Sudáfrica. El objeto del viaje fue realizar entrevistas con varios académicos con quienes en un futuro haremos investigaciones de estudios comparativos entre México y Sudáfrica y además el intercambio de estudiantes de doctorado, maestría y licenciatura. Más allá de este objetivo por lograr la movilidad entre ambas universidades se dieron dos pláticas del avance de la investigación que se realiza en el PUEAA y en el Instituto de Investigaciones Económicas como investigadora. La primera plática fue sobre las ‘Inversiones chinas en África Subsahariana’ y la otra sobre ‘Microcréditos, financiarización y género’.

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Phillip Harris, especialista en urbanismo y Sarita alumna del doctorado en estudios urbanos nos llevaron a Arturo Mendoza, director del Centro de Estudios Mexicanos en Witwatersrand a observar el panorama de los cambios económicos, políticos y sociales a través de un recorrido por la ciudad de Johannesburgo, Sudáfrica. En mi opinión, profundizar el espejo del África Subsahariana. Imágenes que me hicieron recordar Senegal, Accra, Dar er Salam, y el Cairo, Casablanca, Lima, Río de Janeiro, Buenos Aires, Santiago, Quito. Afloraron las imágenes de México tan sólo atrás del Zócalo y en la zona conurbada. Sí realizamos comparaciones, del desenvolvimiento de los países latinoamericanos durante los últimos 40 años con los países del África Subsahariana recientemente independientes de los sesenta muchos de ellos a tan sólo hace algunos años el eje central que encontramos es un desenvolvimiento caótico de las ciudades y de la mancha urbana.

Pasear por la ciudad un domingo, como lo fue en Johannesburgo, no sólo te permite ver la ciudad sin el tráfico de los días de intenso trabajo de la semana, sino la visión sociológica de distinguir con mayor transparencia las fuentes de trabajo, el intercambio comercial, los mercados de alimentos, las frutas y legumbres de la cocina tradicional de una historia cosmopolita africana. Una ciudad, inmersa en los canales de la producción y del financiamiento internacional. Sudáfrica al igual que muchos países latinoamericanos se han transformando en la medida que la globalización se ha incrustado en sus gobiernos y en sus sociedades. O sea, la llamada globalización Sur–Sur.

Por qué, es importante profundizar el conocimiento de Sudáfrica desde una visión de la economía política a lo largo del periodo poscolonial, a partir del fin del apartheid. Las raíces del racismo, las diferencias entre blancos y negros y la continua explotación de las clases marginadas sigue vigente en un régimen democrático. El modelo construido sobre las bases del apartheid, a pesar de haber terminado, no ha podido romper y crear políticas económicas alternativas para terminar con las desigualdades y profundizar la equidad, sino todo lo contrario.

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Sudáfrica es un país que ha sido cautivo de fuertes migraciones no sólo de India, Paquistán, Angola, Mozambique, Zimbabwe, Ruanda, Nigeria y otros países que lo rodean por las expectativas de crecimiento económico que desde finales del siglo XIX se fincaron por el descubrimiento de las minas en una franja de más de 120 kilómetros de territorio tan sólo en la ciudad de Johannesburgo. No es una causalidad, la segregación de los habitantes de color por parte de los colonizadores británicos que los orillaron a trabajar en la franja minera ante el descubrimiento del oro, los diamantes y el uranio que hicieron necesario el Apartheid para tener mano esclava que redituara grandes ganancias para los corporativos mineros.

Una vez finalizado el Apartheid 25 años antes de que terminar el siglo XX y se liberara de la cárcel a Mandela, se crearon nuevas formas de explotación bajo un régimen democrático cuyo ejercicio de la distribución de la riqueza no ha sido para todos sino para una élite situada en los grandes corporativos mineros, incluso sin importar el color de piel.

En los años noventa, las reformas del Consenso de Washington, si bien fueron una realidad en América Latina y en África, estas políticas se implementaron como una alternativa para facilitar el crecimiento económico a través de la democracia. Pero en sí, el régimen democrático al iniciar las reformas económicas y financieras en manos del mercado, sucedió que las privatizaciones y la nueva clase en el poder ganaron pero perdieron las clases oprimidas durante el apartheid. La mano esclava se convirtió en mano libre pero sin el derecho a la educación, a la vivienda y a la salud.

La privatización de las empresas públicas de gobierno a favor de la apertura al sector privado y la entrada de capitales para financiar el desarrollo económico y social del recién país independiente, incidió en desigualdades muy fuertes. Tan sólo el recorrido que usa el Wize para llegar al aeropuerto y evitar el tráfico del periférico muestra edificios olvidados, dejados de la mano de dios, donde viven muchos migrantes, basura acumulada en zonas que fueron antes de blancos y ahora de los marginados urbanos y rurales.

El mal gobierno ha dejado que se abran importaciones al por menor rompiendo cadenas de valor como son los textiles. Tan sólo en la ciudad hay 40 centros comerciales con el título de ‘China Mall’ o ‘Dragon City’.

Sudáfrica se insertó en China abriendo su mercado a partir de la inundación de sus manufacturas con precios subsidiados por el gobierno chino rompiendo la industria textil nacional y otros sectores de producción nacional. Con ello aumentó el desempleo y con ello la inequidad. Por supuesto, los precios mucho más baratos que en centros comerciales como Santon ó en Rosebank.

Quizás lo más interesante fue el regreso de la capital Petroria a Johannesburgo por tren. Un tren rápido, cómodo y digno de cualquier habitante de Sudáfrica no así el tren donde las personas que trabajan día a día se cuelgan del tren para llegar a sus centros de trabajo y donde los asaltos están a la orden de día.

La inseguridad llega a tal grado que incluso en Melville donde las jacarandas cubren de flores en la primavera las calles y la avenida 7th es lugar de encuentros de bares, restoranes y la bohemia su vida termina temprano ante la inseguridad y asaltos frecuentes. Espectacular es tomar un tuktuk justo igual que en la India que a unas cuantas cuadras lo llevan ante la imposibilidad de caminar en tan bella parte de la ciudad rodeada de grandes mansiones bordeadas de altas bardas electrificadas. Y que no decir, de cómo lo cubículos en la propia universidad están con rejas frente a sus puertas.



Fecha de Publicación: 18/02/2019