FAST FASHION, ¿Es realmente necesario?

El fast fashion (moda rápida) es definido por el Diccionario de Cambridge como ropa que se fabrica y es vendida a bajo precio para que las personas puedan comprar ropa nueva frecuentemente (Fast Fashion, 20020). Se debe considerar que:

“Es un término usado por minoristas de la moda para trasladar las propuestas de las grandes casas de diseño, desde las pasarelas a sus tiendas para capturar alguna tendencia, lo más rápido posible. Se trata de una estrategia para recrear las tendencias presentadas en Fashion Week, manufacturando prendas muy rápido y a un bajo costo para que los consumidores promedio tengamos la oportunidad de adquirir prendas con estilo a un precio accesible” (Glosario de Moda, 2020).

Puede hacerse una lista extensa de empresas vinculadas con la industria del fast fashion, para tener una idea, podemos mencionar al grupo Inditex y las marcas que le pertenecen. Por otro lado, en años recientes, una empresa china llamada SheIn ha tenido un crecimiento exponencial en la venta de ropa, debido a factores como el bajo precio de sus prendas (menores a los de grupo Inditex) y que cuenta con un catálogo inmenso (venden todo tipo de artículos), entre otros.

Si bien es cierto que Shein pertenece al fast fashion, esta marca revoluciona totalmente el mercado de la moda, siendo un referente del posicionamiento de las empresas chinas en la economía mundial. Además de los bajos precios y sus catálogos, Shein se caracteriza por no tener ninguna tienda física, y esto le ayuda a reducir los gastos y comisiones, haciendo que el consumidor deba pagar los envíos. Al producir a gran escala, se deduce que la fabricación de cada prenda es de bajo costo, con material económico y con mano de obra barata.

¿Cuáles son sus implicaciones?

El 24 de abril de 2013 la noticia de el derrumbe de la Rana plaza (un complejo fabril ubicado en Bangladesh, donde se confeccionaban prendas para distintas marcas) resonó en todo el mundo, pues evidenció las pésimas condiciones laborales de los y las trabajadores en el sector textil, entre ellas: los bajos salarios, nulo respeto a sus derechos laborales, que un número de personas mayor al autorizado se encontrara trabajando en el mismo lugar, la violación a los permisos de construcción, la omisión de las empresas y gobiernos, etc. Los resultados de esta tragedia fueron la muerte de 1.134 personas y más de 2.000 heridos.

La tragedia en Rana plaza, fue un parteaguas para que “las marcas comenzaran a anunciar que sus políticas cambiarían con los proveedores, por su parte el Banco Asiático de Desarrollo comenzó a realizar prestamos. La iniciativa más notoria ha sido el Acuerdo de Bangladesh sobre Seguridad en la Construcción de Edificios y de Instalaciones de Sistemas contra Incendios, firmado poco después del colapso del Rana Plaza por 222 empresas, diez sindicatos y cuatro organizaciones internacionales pro derechos humanos, como observadoras (Fatás, M, 2018).

No solo es importante mencionar las malas condiciones laborales a las que miles de personas son expuestas (en su mayoría asiáticas), sino también el impacto medioambiental que la industria de la moda tiene. De acuerdo a datos de la página del programa para el medio ambiente de la ONU (PNUMA): “la industria de la moda produce 20% de las aguas residuales mundiales y 10% de las emisiones globales de carbono, más que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo. El teñido de textiles es el segundo contaminador de agua más grande del mundo. Se necesitan aproximadamente 2.000 galones de agua para hacer un pantalón tipo vaquero” (PNUMA, 2018).

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La ropa que actualmente se usa, es diseñada para ser desechada en un plazo de pocos meses, por lo tanto se deben realizar compras frecuentenemente. De acuerdo con un estudio de Ellen Macarthur Foundation, la utilidad de la ropa ha disminuido drásticamente, por ejemplo, en China el uso de las prendas se ha reducido en los últimos años hasta en un 70% (Ellen MacArthur Foundation, 2017, pág. 36) reflejando que la cantidad de desechos y por lo tanto de contaminación se ha disparado. Con los datos presentados anteriormente, es inevitable preguntarse si es realmente necesario consumir y desechar ropa de esta forma considerando el daño medioambiental que se causa.

Vestirse es una necesidad básica, poder adquirir ropa es imprescindile. Las grandes marcas no dejaran de producir predas porque es un negocio muy redituable y escencial en la vida de la sociedad. Podría parecer que no hay escapatoria a este deterioro medioambiental o que las condiciones lavorales de los fabricantes deben permanecer así porque siempre ha sido de esa manera y necesitan el empleo. No obstante, aunque parezca que esto no puede cambiar, porque es un sistema sumamente grande y que lleva funcionando muchos años, es indispensable que como consumidores se busquen alternativas para que el impacto pueda comenzar a disminuir, que se comience a ser conscientes de quién produce la ropa, si es vedaderamente necesario que se compre con frecuencia o solo es por cumplir un capricho, y que se apoyen iniciativas del consumo local así como de segunda mano.


Referencias

Ellen MacArthur Foundation (2017). A new textiles economy: Redesigning fashion’s future, Circular Fibres Initiative. Documento en línea

Fast Fashion. (2020). En Cambridge Dictonary.

Fatás.M. (2018). Cinco años del desastre de Rana Plaza. El país. Documento en línea

Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. (2018). La moda rápida está pisando el freno. Documento en línea

S/A. (2020). Glosario de moda. Escuela de moda y empresa. Documento en línea