Elaborado por Ana Karen Reyes, Alumna del Servicio Social del PUEAA
“Las enfermedades mentales son problemas de primer mundo” es una frase que seguramente hemos escuchado alguna vez. Esta idea parte de la creencia de muchas generaciones de que la salud mental es una cosa de ricos, algo que los países de tercer mundo no pueden permitirse, y es que, cuando vives en un entorno precario, con salarios bajos, inseguridad y delincuencia, constantes luchas sociales y muertes, se deja de lado la salud mental, olvidando por completo que todas las condiciones anteriores son lo que afectan a la salud mental y la deterioran.
El problema viene cuando este discurso tan nocivo para la salud mental se convierte en una realidad dentro de una población, creer que no tenemos problemas de salud mental porque no tenemos tiempo, pero es todo lo contrario, en América, Europa y África se padecen los mismos problemas mentales, pretender que un continente entero como África no tiene estos problemas porque “tiene otros problemas” es inhumano.
Podemos ver como el continente africano ha sido víctima de este pensamiento, y es que no solo la salud mental es un tabú, también es silenciada e ignorada pretendiendo que va a desaparecer si no se habla de ello, a pesar de que, según estudios, 1 de cada 6 personas en África sufren depresión, sin contar el resto de los problemas mentales que enfrentan como sociedad.
Aunque muchas organizaciones mundiales y la OMS buscan constantemente visibilizar, instruir y ayudar en el tratamiento a quienes necesitan ayuda psicológica o psiquiátrica, existen regiones que es el caso de Costa de Marfil donde en las zonas más rurales considera las enfermedades mentales como “posesiones” o simplemente optan por darles un trato inhumano. Se tienen registros de que a algunos pacientes son sometidos a tratos indignos, como ser encadenados a árboles o camas, encerrados en jaulas, sin comida durante muchas horas, privados de apoyo familiar y la higiene personal, aunque claro, no es una práctica que busque la crueldad hacia enfermos, es algo inherente a las creencias antiguas de una comunidad, creencias que tienen generaciones de existir y que gracias a que Costa de Marfil no cuenta con un fuerte sistema de atención a estos problemas, no se ha logrado cambiar. Desafortunadamente, y no solo en África, en muchas ocasiones estos padecimientos son tratados como de baja prioridad, en el mismo occidente, antes existían prácticas inhumanas a enfermos mentales ante el desconocimiento al tratamiento y respeto que estos merecen, centrando el apoyo y comprensión en las enfermedades transmisibles o la malnutrición, una vez más, olvidando que, sin salud mental, no hay salud.
Es cierto que la salud mental está aún muy estigmatizada, hemos visto que en los últimos años la aceptación a esta ha ido aumentando, gracias a que existen profesionales que ven por la salud mental y una cultura más abierta.
Se cree que, si una población tiene problemas como guerras, hambruna y enfermedades, el resto de los problemas están en segundo plano, como si no tuviera tiempo de preocuparse por otras cosas, y precisamente esta indiferencia hacia los problemas de la salud mental es bombardeada día con día a la población, pero la realidad es totalmente opuesta, vivir en un contexto tan emocionalmente cruel por supuesto que causa daños en la salud mental. Es por eso por lo que las organizaciones que buscan visibilizar la salud mental también deben considerar dentro de su agenda asegurar los insumos para que los países con menos acceso a tratamientos dignos puedan garantizar una atención adecuada.
Y de aquí nace otro de los grandes problemas de la salud mental, no hay insumos suficientes, profesionales ni condiciones aptas para que una persona reciba atención de calidad, existen ciudades donde los psiquiatras son muy escasos, incluso hay ciudades en las que ni siquiera hay algún profesionista en psicología, nadie que, de atención primaria en salud mental, ni trabajadores sociales. Esto se ve reflejado, por ejemplo, que, de 10 personas, solo una 1 recibiría tratamiento para su enfermedad mental en Myanmar.
Una situación similar a la de la República Democrática del Congo. Aunque tiene una población cercana a los 70 millones de habitantes el Estado tan solo dispone con seis espacios especializados en tratar desórdenes psiquiátricos provocados por la guerra y otros problemas.
Hay que entender que, para ayudar a una población a hablar poco a poco de salud mental, se debe empezar a visibilizar poco a poco, como lo es en las escuelas, las pláticas sobre trastornos mentales comunes como la depresión, etc. Es una labor que se ha empezado a introducir gracias a la OMS, para cambiar la perspectiva que se tenía de dichas enfermedades. Enseñar que, en lugar de silenciar, esconder y voltear hacia otro lado, se debe tratar como cualquier otra enfermedad común.
Una manera de solucionar este problema poco a poco es capacitar personas que estén interesadas en el componente psicosocial, aunque no tengan ningún tipo de experiencia. Aquellos y aquellas que muestren interés y tengan habilidades sociales, capacidad de escucha y empatía bien pueden hacerlo mucho mejor que cualquier persona titulada, pero sin recursos. Porque, aunque una persona que escuche y empatice con otra no es la solución a un problema tan grande, en cuanto a atención primaria se trata, puede salvar vidas.
Referencias
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