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Mujeres africanas en la ciencia: voces disidentes
11 Feb 2022

Elaborado por Lizbeth Urbán, Alumna del Servicio Social del PUEAA

La ciencia en general se ha construido históricamente como un asunto único para varones en todo aspecto posible. La ciencia moderna, como Virginia Woolf (Oyěwùmí, 2017) ha escrito, es un espacio sexuado; y a esto podemos añadir occidentalizado, cartesiano, colonial, heteropatriarcal, entre otros. Conscientes de estas barreras, las mujeres africanas han vivido y enfrentado los obstáculos que repercuten en ellas para poder abrirse paso en el espectro científico.

Para empezar, es conveniente señalar que el racismo y la violencia patriarcal han sido elementos constitutivos de la ciencia occidental. Como prueba, se recuerda que el reconocido padre de la ginecología moderna, James Marion Sims, pudo conseguir sus logros en la materia por medio del maltrato hacia mujeres negras esclavas. Los cuerpos de estas mujeres fueron ultrajados sin anestesia ni cuidados postoperatorios, debido a que se les consideraba no-humanas y con una resistencia al dolor mayor (Rosas-Guevara y Casanova, 2021). Las mujeres negras han tenido que luchar no sólo por escindirse un lugar en la expansión de la ciencia, también han luchado por ser reconocidas como humanas con agencia de pensamiento.

Las experiencias de cada una son diversas y tienen matices diferentes, pero convergen en la constante marginación de sus saberes. Alsácia Atanásio-Nhacumbe es una mujer nacida en Mozambique que tuvo la oportunidad de acceder a educación primaria y secundaria. Debido al empeño que puso para ser la alumna con mejores notas de su clase, le fue ofrecida una beca que cubriría su educación universitaria. Alsácia se convertiría en la primera mujer veterinaria con un doctorado del país (NASAC, 2017).

No obstante, su carrera estaría marcada por variadas opresiones. A pesar de que ha asumido grandes roles como ser directora del Centro Nacional de Biotecnología y Biociencias de Mozambique, admite que sus contribuciones no son valoradas por la invalidación de su conocimiento que hacen los hombres científicos. Incluso ha mencionado que su esposo no suele apoyarla para seguir incursionando en la investigación científica. Sus declaraciones han evidenciado su decepción en la academia pues, como Chimamanda Ngozi menciona, “cuanto más arriba llegas, menos mujeres hay” (Ngozi, 2012, p. 12).

Empero, esta historia forma parte de una inacabable lista de tragos amargos para las mujeres africanas que dedican su vida a la ciencia. Aunado al desconocimiento de las atribuciones y los retos para concluir estudios de alto nivel; la condición de mujer y su invención como una corporalidad servil a otros revela otro tipo de agresiones. La filósofa Hourya Bentouhami, para este caso, postula el concepto de “cuerpos dobles” (Moore, 2018). Tal idea expone que los cuerpos racializados (sobre todo los de las mujeres) se ven obligados a duplicar labores como las del cuidado. Esa extensión del cuerpo con raíz epistémica en el esclavismo lleva a que un cuerpo en realidad soporte no sólo su existencia, sino la de otro/os cuerpo/s e inclusive, que la priorice.

En este caso, la científica en Biotecnología Vegetal, Yaye Kene Gassama, también relata la forma en que ha dilucidado su carrera. Siendo de origen senegalés, su interés por el desarrollo científico en África ha sido la directriz de su esmero intelectual. Como parte del reconocimiento por su participación e iniciativa en proyectos del tratamiento de la malaria con el árbol de neem o la creación de un marco legal para el uso de organismos genéticamente modificados, se convirtió en la segunda mujer de Senegal nombrada para ocupar el puesto de Ministra de Investigación Científica en 2005 (NASAC, 2017). Sin embargo, el brillante trabajo por parte de esta senegalesa ha llegado a ser opacado por estigmas y limitaciones impuestas al ser una madre inmersa en la actividad científica.

Las críticas que ha recibido se dirigen a culparla por “preferir” continuar con su trayectoria a pesar de que ella misma sostiene a sus hijas. Pero Yaye ha sido testigo y vocera de que las condiciones para las científicas y estudiantes se conforman alrededor de la identidad cultural impuesta de las mujeres como “un ser de y para otros” (Lagarde, 2005). Su testimonio ha delatado la función de cuerpos dobles que sus colegas cumplen, pues únicamente llegan a ser conferencistas por cuestiones económicas, sociales, culturales que les impiden desenvolverse. Al contrario, los varones tienen un camino libre para llegar a ser profesores titulares porque no están constreñidos a cautiverios de sujeción que les quiten autonomía sobre sus vidas (Lagarde, 2005).

De tal manera, el desarrollo científico no se libra de ser perpetrador de estructuras de poder que privilegian a la subjetividad masculina dominante (hombre blanco, heterosexual, europeo o estadounidense, etc.). Resulta fundamental cuestionar aquellos espacios que se pretenden como “objetivos” para poder alcanzar una verdadera ciencia que incluya voces y visiones diversas, no una sola.


Referencias

Lagarde, M. (2005). Los cautiverios de las mujeres:madresposas, monjas, putas, presas y locas. Cuarta Edición, Universidad Nacional Autónoma de México. Documento en línea

Moore, C. (2018). Feminismos del Sur, abriendo horizontes de descolonización. Los feminismos indígenas y los feminismos comunitarios. Estudios Políticos, Universidad de Antioquia. (53). Documento en línea

NASAC (2017). Women in Science Inspiring Stories from Africa. Kenya. NASAC. Documento en línea

Ngozi, C. (2012). Todos deberíamos ser feministas. Editor digital: Titivillus. Documento en línea

Oyěwùmí, O. (2017). La invención de las mujeres. Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género. Bogotá. Editorial En la frontera. Documento en línea

Rosas-Guevara, M. y Cassanova, A. (2021). Violencia epistémica y racismo estructural. ¿Puede hacer ciencia el subalterno?. Revista Investigium IRE: Ciencias Sociales y Humanas, XII (1), pp. 27 - 39. Documento en línea

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