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La leyenda de Seetetelané: Una reflexión sobre el agradecimiento y la humildad
28 May 2021

Elaborado por María Fernanda De la Peña, Alumna de Servicio Social del PUEAA

Las leyendas, al igual que los mitos, nos hablan del contexto histórico en el que fueron creadas, añadiendo además elementos fantásticos. Este tipo de narraciones nos proporcionan conocimientos sobre las inquietudes de los hombres a lo largo del tiempo, dejándonos enseñanzas o reflexiones con la finalidad de ayudar a los demás en su tránsito en el mundo.

La leyenda se sitúa en el plano de lo real añadiendo además elementos imaginativos, entremezclando y conjuntando fundamentos tradicionales de la cultura de la cual proviene. África es un continente rico en cultura, el cual posee una gran variedad de este tipo de narraciones, una de las más reconocidas es la Leyenda de Seetetelané. La cual cuenta la historia de este hombre, el cual era tan pobre que se alimentaba de ratones silvestres y se vestía con las pieles de estos animales, creando una prenda tan diminuta que apenas llegaba a cubrirlo. Debido a esta situación no tenía oportunidad de poder tener una esposa.

En una ocasión en que salió a buscar ratones, se encontró en su camino con un huevo de avestruz, feliz de dicho hallazgo se lo llevó a casa para poder comerlo después. Sin embargo, cuando regresó a casa de su búsqueda de ratones, fatigado y desmotivado por su poca suerte, se encontró con la mesa de su casa llena de comida entre la que destacaba un voala de harina de mijo y carne de cordero lechal.

Seetetelané asombrado se preguntó quién habría podido hacer esos manjares, al voltear se percató que del huevo de avestruz que había encontrado anteriormente, salía una bella mujer la cual le dijo: “a partir de este momento seré tu esposa, y permaneceré a tu lado. Pero bajo ninguna circunstancia debes embriagarte y llamarme hija de huevo de avestruz. Si lo haces desapareceré para siempre.”

El hombre prometió jamás realizar esas acciones y así durante varias semanas pudo disfrutar de una buena vida en compañía de su nueva esposa, la cual lo cuidaba y procuraba contarle maravillosas anécdotas, brindándole compañía y conversación, y preparándole deliciosas comidas. Un día mientras charlaban, la mujer le preguntó: “¿no te gustaría convertirte en jefe de una tribu y tener sirvientes, animales y riquezas”. Seetetelané sonrió y le preguntó incrédulo si podría hacer que eso pasara, a lo cual la mujer dio una patada en el suelo, este se abrió y de él surgió una caravana llena de todo tipo de animales, riquezas, y una gran cantidad de sirvientes que empezaron a aclamar a Seetetelané como su jefe.

El hombre incrédulo se pellizcó las mejillas y al hacerlo noto su piel más joven, al verse en el espejo pudo constatar que, en efecto, había rejuvenecido y se había transformado en un apuesto joven con finas vestimentas. Además, su choza se convirtió en una casa llena de pieles y objetos preciados.

Seetetelané vivió durante los siguientes meses en medio de una gran abundancia, cumpliendo el papel de jefe y haciendo impartir justicia entre sus sirvientes, dándoles el ejemplo del trabajo y enseñándoles a cazar, cultivar, y construir cabañas con troncos y hojas. Su vida era tan plena y feliz que un día decidió organizar una fiesta. Sin embargo, en plena celebración no pudo evitar caer en la tentación de tomar hasta que se embriagó, debido a ello comenzó a ocasionar problemas, diciendo incoherencias e insultando a los invitados. Su esposa avergonzada por la situación decidió intervenir, pero Seetetelané irritado por la intervención de la mujer, la hizo a un lado diciendo: “Aléjate de mí, hija de un huevo de avestruz”.

La mujer lo miró con dolor y tristeza, sin embargo, no emitió palabra alguna. Esa misma noche, el hombre ya borracho comenzó a sentir frío, y al buscar algo con lo cual abrigarse se percató que todas las pieles y ropas habían desaparecido. Irritado se despertó para darse cuenta que su casa volvía a ser una pequeña y vieja choza, y se encontraba en medio de la misma miseria que tenía antes de conocer a su esposa.

Completamente solo, y acostumbrado a los lujos que poseyó durante los meses anteriores, Seetetelané padeció mucho más fuerte el frío y el hambre. Se había vuelto perezoso y lento al cazar, ya que había perdido la costumbre y la habilidad. Debido a ello el hombre murió de frío y hambre, completamente solo, reprochándose a sí mismo su poca voluntad al cometer el error de caer en la tentación de la bebida, y el no saber valorar la oportunidad que la vida le había obsequiado.

De tal forma la leyenda de Seetetelané nos trae como moraleja saber aprovechar las oportunidades que nos da la vida, pero por sobre de eso no olvidar en todo momento ser agradecidos con las personas que nos ayudaron, así como ser respetuosos sin importar los logros, puestos o riquezas que obtengamos. Debemos ser agradecidos con la vida por aquello que nos brinda y retribuir esas oportunidades generando nuevas oportunidades para más personas, ya que si bien siempre es importante saber hacia dónde vamos es fundamental jamás olvidar de dónde venimos. Es así que leyendas como ésta se convierten en una referencia de sabiduría que surgen desde una cultura particular pero que a su vez logran tocar y enriquecer a muchas más.


Bibliografía

Morote Magán Pascuala, “Las leyendas y su valor didáctico”, Universidad de Valencia, España, p. 391 – 403. En línea

Zarzuela, Azucena, “Leyenda africana de Seetetelané: importante lección sobre ser agradecido”, Diario femenino, 2009. En línea

U Tam’si, Tchicaya, Leyendas africanas, traducción Fermin Guisado, Palma de Mallorca, J. J. de Olañeta, 1988, pp. 166.