Elaborado por Ana Karen Rosales, Alumna del Servicio Social del PUEAA
Un cúmulo de desigualdades e iniquidades políticas, sociales y económicas en el planeta son atribuibles, directa o indirectamente a Occidente, ex-Unión Soviética incluida.
Durante mucho tiempo África ha sido una marioneta en manos ajenas. En la época de guerra fría, el desprecio hacia las situaciones, valores y hábitos africanos constituyó la tónica. Todo era medido en función de los intereses de uno u otro guerrero frío. La realidad africana era contemplada en el espejo Oriente-Occidente y, lógicamente, quedaba absurdamente deformada.
Para la teoría pesimista, África es aquel continente forjado sobre un suelo hostil, propenso a la propagación de enfermedades y con una muy baja esperanza de vida. Donde, además, no se respetan los DDHH, que les son impuestos por Occidente, pero no reconocidos ni divulgados.
“Queríamos decir que en la negritud o en la esclavitud se sufre de violencia sin una razón lógica: es algo prelógico”, el profesor Frank B. Wilderson III habla del afropesimismo, una metateoría apartada de la estela reformista de la integración y del jacobinismo, y que aborda el problema existencial.
El afropesimismo, dice Wilderson, abre la posibilidad de que la gente negra defina el sufrimiento de una manera más profunda e inapropiable: “cuando los negros pelean a través de la negritud no pelean por algo, sino pelean contra todo”.
África es el continente más antiguo y el que menos conocemos. Ni siquiera hablamos de los países que lo conforman, sino que decimos “África”, “los africanos”, como si todos fueran lo mismo.
No pensamos en las historias que dan cuenta de la realidad africana, de los cuentos que nos permiten entender. Eso necesitamos: comprendernos.
En un mundo dominado por los prejuicios eurocéntricos, escribir algo positivo sobre África (que se suele considerar como un país o algo homogéneo, y no como un continente) significa que nadie lo va a leer. Es decir, existe un verdadero complot mediático contra África y los africanos colocados debajo de la jerarquía de las sociedades humanas.
El afropesimismo vigente es el último avatar del desprecio y/o arrogancia occidental hacia África y los africanos (por su razonamiento superficial y verdades a medias), atribuyendo la responsabilidad de los fracasos de África a los factores internos, con la duplicidad intelectual de los informes negativos sobre este continente de las organizaciones internacionales y de los medios de comunicación a su servicio que, de este modo, contribuyen a la difusión de la idea del “desorden africano” y de la desesperación en cuanto al futuro del continente. Se insiste en la pobreza creciente, las hambrunas o las calamidades naturales, las migraciones de la miseria, las “guerras tribales y crueles”, los golpes de Estado, los dictadores corruptos. Es decir, una larga lista de tragedias y de fracasos que viven los pueblos africanos. La idea subyacente es que los africanos son unos nulos e incapaces.
Esta ideología resulta ser peligrosa, no sólo por su dimensión racista, sino también por ser asumida y reproducida por algunos intelectuales africanos, pensando adoptar con ello una actitud crítica, muy apreciada por sus mentores occidentales, hacia sus sociedades. Se trata de una crítica barata, a menudo superficial, por reproducir las críticas occidentales.
Hemos visto emerger este patrón durante algún tiempo: por un lado, la excepcionalización de una "Antinegritud"; y, por otro, la movilización de esta acusación contra las "personas de color no negras" que intentan establecer una comparación entre las luchas de los negros y las suyas. En una conferencia de 2016, titulada "Irreconciliable Antinegritud", Frank B. Wilderson III se propuso explícitamente disociar la analogía de violencia de supremacía blanca y la de la antinegrura. Si bien su argumento, que contrapone la naturaleza lógica del racismo experimentado por las llamadas ’personas de color no negras’ a la supuesta gratuidad e incoherencia de la violencia dirigida a personas negras, es fundamental para el relativamente pequeño pero creciente cuerpo de literatura dentro del marco teórico del afropesimismo, haciéndose eco a este conjunto más amplio de tendencias.
También se ha observado históricamente un escaso interés por parte de la prensa occidental en informar sobre el mismo y una tendencia generalizada a representarlo desde un enfoque afropesimista, mostrándolo de manera estereotipada y simplista, homogeneizando a sus numerosos países, población y culturas como una sola, simplificando las cuestiones étnicas e identitarias, haciendo énfasis en situaciones de crisis y problemáticas de carácter humanitario y recalcando los esfuerzos de rescate liderados por gobiernos y entidades occidentales, perpetuando así una visión paternalista de las personas africanas, que son percibidas como incapaces de solucionar sus propios problemas y permanentemente necesitadas de ayuda externa.
En conclusión, África es un continente enorme, rico en cultura, valores, historia, creencias y muchas personas que día a día enfrentan la lucha contra el racismo, pero desafortunadamente, mucha de la idea que tenemos sobre ella ha sido por influencia de occidente y del eurocentrismo, olvidando por completo la individualidad y lo que hay detrás de esto, en el corazón de un continente tan inmenso en todos sus sentidos.