La lucha de las mujeres en defensa de sus derechos y su participación en cada uno de los sectores de la sociedad ha transcurrido en todo el mundo y a lo largo del tiempo; y pese a los logros obtenidos en búsqueda del empoderamiento femenino, aún suelen ser excluidas de ciertas actividades, pero ¿qué sucede cuando lo poco se vuelve mucho y podría retroceder? Esta es la situación en la que se encuentran hoy las mujeres afganas, quienes se enfrentan al retorno del gobierno Talibán que desde sus inicios figuró como un parteaguas en la participación de la mujer. Gracias a su derrocamiento, el cambio en favor del desarrollo fue en la dirección correcta, ahora el sistema de justicia Talibán podría no reconocer las protecciones constitucionales e internacionales que existen hoy para apoyar a las mujeres, perdiendo más de lo logrado en los últimos 20 años en las cuestiones de género y sus derechos económicos.
Para lograr entender un poco más la coyuntura, hay que retomar parte de la historia afgana, donde los derechos sociales y económicos de las mujeres han sufrido cambios dependiendo de la ideología política del grupo en el poder. La lucha de los derechos de la mujer comienza en los años 20’s por las reformas modernistas del rey Amanulá Khan, gracias a la influencia del pensamiento que tenía su esposa la reina Soraya Tarzi, la cual creía que “Las mujeres no deberían usar el velo y los hombres deberían tener una sola esposa”, permitiendo durante su reinado la educación a mujeres y niñas, y prohibición a los matrimonios forzados (BBC News Mundo, 21 de agosto 2021).
Estas reformas desencadenaron protestas de parte de la sociedad conservadora que culminaron en el derrocamiento de Khan e instaurando el reinado de Muhammad Nadir Shah en 1929, eliminando las reformas progresistas y estableciendo un régimen más riguroso y conservador, también las escuelas para niñas fueron clausuradas y las mujeres debían cubrirse nuevamente con velo. Su régimen duró poco tiempo, siendo remplazado en 1933 por su hijo Zahir Shah trayendo otra etapa de reformas modernas, quien volvió a establecer las escuelas para niñas, fundó una nueva universidad y se instituyó una nueva constitución, dando pauta a un progreso en la lucha de los derechos de la mujer, logrando para 1964 uno de los grandes avances, el voto a la mujer (BBC News, 21 de agosto 2021).
En 1973, Zahir Shah, fue derrotado por su primo Mohammed Daoud Khan, poniendo fin a más de 200 años de gobiernos monárquicos en Afganistán, estableciendo la República de Afganistán, donde las mujeres comenzaron a ganar terreno. De acuerdo con Mona Taiali, profesora de relaciones internacionales y estudios de la mujer y género del Colegio Agnes Scott en Georgia, en una entrevista con la BBC, en esta época comenzaron a ceñirse los cambios más visibles en cuanto la participación de las mujeres en la esfera pública, en las universidades, en el mercado laboral y en el parlamento (BBC News, 04 de septiembre 2021).
Sin embargo, el feminismo cobró más fuerza tras la invasión soviética. De acuerdo con la periodista Mariam Aman, en esta época, el 45% de los profesores eran mujeres, y se intensificaron los esfuerzos para que las niñas pudieran estudiar (BBC News, 04 de septiembre 2021). Estos cambios y progresos fueron interrumpidos de 1996 a 2001 cuando se estableció el primer mandato Talibán, formando un gobierno fundamentalista-islamista, (este tipo de gobierno tiende a frenar la modernidad). Se constituye, más allá de su contenido religioso o étnico, en ideas-fuerza del subdesarrollo, ideas- fuerza que les permiten mantener su identidad ante los países modernos (Duarte, 2003) donde la interpretación tanto del Corán como la sharía fue dura y rigurosa, sobre todo, con la población femenina.
La problemática que se tiene con este tipo de gobierno es que “el fundamentalismo islámico ha tomado a la mujer, en parte, como chivo expiatorio a todas las culpas, debido a una libre interpretación de las leyes coránicas, lo mismo sucede con la ley islámica o sharía, la cual es interpretada estrictamente como un tipo de norma y modo de vida, aunque esto no corresponde con las creencias de la religión islamista, cuyo libro base es el Corán y en base a una interpretación purista, no discrimina explícitamente a la mujer. Aunque al entrar al sistema social que se ha ido configurando en los países árabes, la mujer ha ido quedando relegada a posiciones infravaloradas, tanto que la concepción islamista del papel de la mujer en la sociedad no es igualitaria con la del hombre y consagra la autoridad de este sobre aquélla” (Duarte, 2003: 2).
Durante el gobierno Talibán la ideología fundamentalista islámica que marginaliza a la mujer y la incapacitaba para ejercer su libertad, fue la que se impuso, la cual llegaba a extremos de no permitir el trabajo extra doméstico, no dar derecho a la educación y de la obligatoriedad de llevar el burka, otras imposiciones fueron: prohibición del trabajo fuera del hogar, prohibición de abandonar los límites de su hogar, salvo acompañada de un hombre que sea pariente cercano (esto incluye el transporte público. El taxi es el único permitido. También asomarse a las ventanas), prohibición de hacer tratos comerciales o legales con hombres, prohibición de ser tratadas por doctores masculinos (esto se debe a que los talibanes exigieron que las mujeres solo pudieran ser tratadas por médicos femeninos). Además, era difícil para las mujeres buscar atención médica. Incluso cuando una mujer pudo llegar a un hospital, no tenía garantías de que la vería un médico (Skaine, 2008); prohibición de estudiar en escuelas, universidades o cualquier institución, prohibición de pantalones, aunque sea bajo el burka, prohibición del uso de cosméticos, prohibición de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio (bajo pena de muerte por lapidación), prohibición de hablar con hombres que no sean parientes, prohibición de reír de forma audible, prohibición de llevar tacones o calzado que haga ruido al caminar, prohibición de tener presencia pública, prohibición de hacer deporte, prohibición de participar en fiestas populares, las mujeres no pueden ser fotografiadas ni filmadas, de ser infringida alguna de las reglas impuestas se castigaba a la mujer con ejecuciones públicas, lapidaciones y latigazos (ABC, 2021).
Los derechos y las oportunidades económicas como el empleo son necesarias para que una mujer no dependa absolutamente del hombre o se pueda valer de sí misma, tras ser violentada por las mismas normas impuestas o por el simple hecho de ser mujer y no tener libertades.
El siguiente cuadro nos deja más claro el panorama. En 2021, la tasa de participación en la fuerza laboral de las mujeres afganas es del 22.7%, el 19% tiene un trabajo profesional o técnico. Con la reforma constitucional, hasta julio de 2021, el 27% del parlamento estaba compuesto por mujeres. En la cuestión educativa el 36.7% tiene estudios de secundaria y solo el 4.9% educación superior. La BBC por su parte afirma que, el 20% son funcionarias públicas y 1,000 mujeres, en 2019, ya tenían su propio negocio.
Lara Williams afirma que con la incorporación de la mujeres y niñas al campo educativo la tasa de alfabetización de estas se disparó en los últimos 20 años, pasando del 15 al 30% para mujeres de 15 a 24 años entre el 2000 y el 2020; y para mujeres adultas la tasa de alfabetización pasó de 25 a casi el 60% respectivamente. También nos platea que de acuerdo con The Asia Fundation, en una encuesta a 4,059 adultos afganos, los hombres, en su mayoría, y mujeres apoyan la protección de los derechos de las mujeres con reservas por parte de los hombres encuestados, a la participación de la mujer en el ámbito profesional como por ejemplo que la mujer ocupe un puesto de directora en una empresa grande o llegar a ser presidenta (Williams, 2021).
Las estadísticas de género del Banco Mundial reportan que en el periodo de 1970-2020 la mujer afgana pudo ser cabeza de una familia, conseguir trabajo, abrir una cuenta bancaria, registrar un negocio y puede firmar un contrato, de la misma forma que un hombre.