En América Latina, México se sumó a la lista y al menos, hasta ahora, se sabe que hubo dos donaciones: una efectuada en 1914 y la otra en 1931. La primera, se ofreció en marco de la visita de Francisco León de la Barra como embajador especial para agradecer la presencia de Japón en las fiestas del centenario de la independencia de México en 1910. El arribo del diplomático mexicano a Tokio se dio ante la existencia de un clima anti-estadounidense por las políticas restrictivas contra los migrantes japoneses residentes, particularmente, en California. En ese contexto, se celebraron varias manifestaciones y procesiones populares con linternas en diferentes parques y avenidas de Tokio. Una de ellas pasó frente al Hotel Imperial donde estaba hospedado León de la Barra quien desde su balcón agradeció a los congregados por sus expresiones de simpatía, posteriormente, esa marcha pasó por el edificio de la Legación de México en Japón donde vitoreaban de nuevo la presencia del representante mexicano en la ciudad y dejaron tres plantas de Sakura en las oficinas diplomáticas mexicanas.[2]
Es un hecho que la entrega de las plantas significó un gesto de compartir un símbolo altamente apreciado para el pueblo japonés. En ese sentido, puede explicarse que durante la comida ofrecida por parte de la Sociedad Japonesa-Latinoamericana, su presidente, el príncipe Nijo Motohiro ofreció mil plantas de cerezo japonés las cuales serían despachadas en marzo de 1914. El secretario de Relaciones Exteriores, José López Portillo y Rojas, giró instrucciones para al administrador de la aduana en Manzanillo para su ingreso al territorio nacional; además de agradecer ampliamente al príncipe Nijo su amable ofrecimiento. Asimismo, el oficial mayor la cancillería mexicana, Genaro Fernández Mac Gregor, envió un oficio a la junta superior del Bosque de Chapultepec señalando lo siguiente:[3]
“permitiéndome a la vez indicarle la conveniencia de que sean plantadas en el bosque de Chapultepec los cerezos de que se trata, dándose a la avenida o calzada que con ellos se adorne, algún nombre que conmemore este obsequio debido a la cortesía japonesa”.
Es claro que los Sakura no lograron aclimatarse y el intento quedó como un gesto de amistad. Se tendrían que esperar 16 años para que Japón recibiera la solicitud del gobierno mexicano para una nueva donación de variedades de cerezos donde se incluía el Gingko Biloba. El año de 1931 fue testigo de muchos eventos para el mayor acercamiento de las relaciones bilaterales nipo-mexicanas. Se puede citar, la visita azarosa de un grupo de universitarios mexicanos a Japón encabezada por el profesor Adalberto García de Mendoza, y la posterior llegada a nuestro país de estudiantes japoneses en el verano del mismo año precedida por el diputado Nakamura Kaju.[4]
En ese contexto, surge la petición de parte del presidente Pascual Ortíz Rubio al director general del Bosque de Chapultepec, Juan Ortíz, para que explorara la posibilidad ante el ministro Miguel Alonzo Romero, responsable de la Legación mexicana en Japón, para la adquisición de 500 plantas de cerezo para cumplir el deseo del ejecutivo para ver alguna de sus calzadas fueran adornadas con los Sakura.[5]
Era claro que las autoridades mexicanas del Bosque de Chapultepec no tenían en la memoria el intento no exitoso realizado durante el gobierno de Victoriano de la Huerta o si lo tenían en mente no quisieron comunicarlo a Ortíz Rubio. En Japón, había no sólo claridad del esfuerzo anterior sino también de las otras experiencias del envío de especímenes de Sakura a otros países que no había sido exitosos. En la réplica que realiza Alonzo Romero a Ortíz, se establece el tema de la aclimatación apuntando que Tokio lo considera como una muestra del valioso lazo fraternal entre los dos países, pero la adaptación era un aspecto por considerar; y que el posible envío tendría que ser en la época de invierno. Asimismo, el diplomático le sugería que se contactara con el jardinero Matsumoto en la ciudad de México que seguramente él estaba bien informado sobre ese problema y añadía lo siguiente:
“El clima que prevalece en lugares en los que los cerezos son típicos, es húmedo, tanto en verano como en invierno. Esta característica, así como la del calor casi insoportable de los meses de verano, hace muy difícil la adaptación de la planta a nuestro clima capitalino”.[6]
La Cancillería japonesa respondió que la donación se haría a través de la ahora Sociedad Japón-México que dirigía el Vice-Almirante Moriyama Keizaburo, pero advertía de los intentos anteriores habían derivado en fracasos pero ante esos antecedentes se sugería lo siguiente: 1) Enviar los cerezos de diferentes variedades (pétalo simple y doble) después de la época de deshojamiento; 2) Se le proveerían también semillas para Matsumoto para que las sembrara en su vivero de manera experimental para esas matas pudieran también trasplantadas en el Bosque de Chapultepec; y 3) El traslado desde el puerto de Manzanillo hasta la ciudad de México correrá a cargo del gobierno mexicano.
El 7 de diciembre de 1931 zarpó el Ginyo Maru del puerto de Yokohama con 7 cajas. Una de ellas contenía 150 pimpollos de diferentes variedades de Sakura con una altura de 4 a 5 pies de altura además de 10 matas de Ginkgo Biloba, Linn, de 5 a 6 pies; la segunda caja incluía un litro de semillas de cerezo de la variedad “Yoshino” y los 5 restantes tierra preparada. Asimismo, se incluían varias recomendaciones que indicaban que las cajas no deberían ser abiertas y ni regarlas; además después de su arribo al puerto mexicano debían colocarlas en la sombra para evitar la exposición del sol.[7]
La llegada del cargamento fue objeto de atención por parte de la prensa mexicana, varias notas periodísticas se refirieron a la donación japonesa donde se remarcaba el hecho de que las autoridades del bosque de Chapultepec iban a construir la glorieta[8] y se le pondría el nombre de “Ofelia” donde se sembrarían los Sakura y los Gingko Biloba, ya que era el nombre de la hija del presidente Ortíz Rubio siendo ella era una amante de los árboles.[9] No hay registros de haberse oficializado lo anterior, posiblemente debido a la renuncia del presidente el 3 de septiembre de 1932, tampoco hay información disponible, al menos por el momento, sobre la siembra de los Sakura pero en el hipotético caso de que hubieran sido plantados no pudieron florecer ( Imagen 2) pero sí los Gingko Biloba.