A finales del mes de mayo en Estados Unidos se dieron numerosas manifestaciones en distintas ciudades del país por el asesinato de George Floyd - hombre afroamericano de 46 años- a manos de policías de Minneapolis, al que arrestaron por el supuesto pago con un billete falso en una tienda de alimentos. Su muerte hizo visible una vez más que en Estados Unidos la vida de los afroamericanos no importa, se expuso la brutalidad policial y el racismo sistemático dentro de las instituciones, el cual está normalizado por la sociedad.
Lo anterior, no tiene gran diferencia con lo que ocurrió en Nigeria; hace un par de semanas, en redes sociales se difundió un vídeo en el que se mostraba como agentes de la Unidad Especial Antirrobo de Nigeria asesinaban a tiros a un hombre en Delta. Esto generó indignación entre la sociedad de Nigeria, pues día con día los abusos policiales aumentan, no es la primera vez en la que se expone que la unidad rebasa sus competencias. En un informe realizado por Amnistía Internacional, se documentaron entre enero de 2017 y mayo de 2020 al menos 82 casos de tortura, malos tratos u ejecución extrajudicial por la unidad.[1]
La Unidad Especial Antirrobo de la policía de Nigeria fue fundada en 1992 por Simeon Danladi Midenda. En un principio, solo operaba en Lagos. En el país ya existían comandos antirrobo, sin embargo, la unidad especial comenzó a trabajar de manera distinta; no era público su modo de funcionamiento, ni quiénes pertenecen a ella, trabajan con ropa de civil y vehículos diferentes a los de la policía, lo que en un primer momento facilitó el combate a la delincuencia. Actualmente, el SARS -por sus siglas en inglés- está presente en todo el país, el objetivo por el que fue creado, terminar con la delincuencia, ya no es su eslabón. Ahora, es conocido por operar impunemente, por la corrupción interna y el abuso y violación a los derechos humanos. Las acciones que el gobierno nigeriano ha tomado para frenar estos actos han sido nulas. La violencia ejercida por el SARS ha quedado impune.
En los últimos años, los jóvenes han sido las mayores víctimas de los operativos de la SARS. Para sus oficiales ya no es prescindible contar con elementos para considerar que alguien ha cometido un crimen. Similar a lo que ocurre en otros países, la unidad está plagada de corrupción, puede ser controlada por personas que tengan el dinero suficiente para pagarles e indicar a quienes deben acosar, arrestar, e incluso torturar.
Ante esto, se puede señalar que la crueldad, el abuso y la violación son herramientas de la violencia, que perpetúan la brutalidad policial, que tiene como objetivo hacerse respetar, normalizarse porque genera terror a quienes la sufren, la crueldad y la brutalidad educan. “La crueldad educa, forma sujetos, enseña prácticas y maneras. Escribe sobre los cuerpos y los territorios los mensajes de la imposibilidad y el desamparo”.[2]
Los jóvenes saben que están expuestos y desprotegidos ante el actuar de la unidad, en cualquier momento pueden ser acosados o detenidos, y lo que les suceda después es incierto. Samuel Ogbette en su texto An overview of the impect of Special Anti-Robbery Squad (SARS) in Nigeria señala que:
En Nigeria, no puedes moverte libremente con una camisa almidonada, un llamativo reloj de pulsera, un bonito teléfono portátil (como el iPhone) y un coche sin ser acosado y extorsionado por vestirse Bien. Hoy en día, en Nigeria, vivir bien cambiando de ropa y de coches es un gran crimen para el personal del SARS. Tienen la percepción de que cuando vives bien significa que eres un chico yahoo (estafador). Si tienes suerte cuando te atrapan, se te pedirá que les pagues una cantidad razonable, pero si usted no lo es, puede que te disparen, te encarcelen, te roben o te incriminen.[3]
En septiembre de 2016, Amnistía Internacional publicó un documento en el que se reunieron testimonios de personas que fueron detenidas por la Unidad Especial Antirrobo, donde describen los distintos métodos de tortura a los que fueron sometidos[4]. Cuando las victimas intentan denunciar, no obtienen respuestas de las autoridades. Por otra parte, cuando Amnistía Internacional preguntó a la policía sobre estas prácticas, se negó su existencia. Asimismo, entre la población existe una opinión generalizada sobre lo lucrativo que es para los agentes de la SARS los pagos y sobornos que reciben de la persona detenida y sus familiares. Hay testimonios de víctimas que relatan cómo los oficiales han confiscado automóviles, obtenido dinero de sus cuentas bancarias y registrado casas.[5]
Las redes sociales, como en otros levantamientos populares y manifestaciones, han desempeñado una función importante. Pues, es a partir de ellas que se denuncia y se hacen públicos los abusos policiales. En 2017, en Twitter, Segun Awosanya, activista por los derechos humanos, creó el hashtag #EndSARS, que los usuarios comenzaron a usar para generar presión al gobierno, y que se responsabilizara por las acciones de la unidad. Asimismo, comenzó a ser utilizado por personas de distintas partes del mundo para apoyar las demandas nigerianas. A raíz de esto, el #EndSARS se convirtió en el nombre de un movimiento social para exigir justicia.
Este año, con el vídeo que circuló en redes sociales, en el que se evidenciaba el asesinato de un hombre a manos de la SARS-que la policía negó y arrestó a quien difundió el vídeo- la gente comenzó a salir a las calles para manifestarse en contra de la brutalidad policial de la Unidad, y para exigir la abolición de la unidad. El slogan, una vez más, fue EndSARS. Tras días de protestas, el once de octubre, el Inspector General de la policía, Mohammed Adamu, informó en un comunicado que el SARS había sido disuelto, sin embargo, agregó que todos sus agentes serían reasignados a otras unidades policiales.[6]
Sin la organización y manifestaciones de la sociedad nigeriana, la violencia y la represión del estado a través de la Unidad Especial Antirrobo de la policía de Nigeria seguiría y se fortalecería, operando frente a un gobierno al que poco le importaba sus formas y los abusos ejercidos por ella. No obstante, a pesar de lograr la disolución de la SARS, esto no representa una respuesta suficiente para los manifestantes, debido a que no se castigará a los agentes que han torturado, violentado, violado derechos humanos y asesinado. Además, que los agentes sean reasignados en otras unidades policiacas asegura que no habrá un cambio de fondo, puesto que ellos podrán continuar con las mismas prácticas y no se terminará con la impunidad. El sistema de justicia en Nigeria debe ser revisado.