Cuatro meses después de la independencia de Malasia, el parlamento singapurense abrió en diciembre de 1965. En ese momento, Singapur contaba solamente con dos regimientos de infantería con un total de mil hombres bajo mando malasio. Con esto en mente, Lee Kuan Yew temía que Malasia sintiera que seguía llevando las riendas en Singapur y que transmitiera esa idea al mundo, además de que buscara realmente ejercer presión al gobierno de Lee para que gobernara con la aprobación de Kuala Lumpur.
Esta realidad y miedos obligaron al primer ministro a idear un plan para acabar con aquella presión. Sin embargo, en el tema del ejército se mezclaba otro tema apremiante para este pequeño país insular: la raza. Lee Kuan Yew sabía que debía tratar el tema con la mayor sensibilidad posible y buscar eliminar cualquier tipo de diferencia y discriminación entre los grupos étnicos. En su libro menciona cómo cree haber logrado atacar estas dos grandes problemáticas gracias a las fuerzas armadas singapurenses.
Los británicos no ofrecieron entrenar a las tropas singapurenses de la misma manera que lo habían hecho con Malasia en la década de los cincuenta. El gobierno de Kuala Lumpur no ofreció entrenar a las tropas de Singapur y Lee Kuan Yew se vio en la necesidad de buscar que los ejércitos de otros gobiernos entrenaran a su nuevo ejército en formación. El gobierno de India y de Egipto se negaron ante la petición de Lee. Después de buscar con distintos gobiernos, la decisión fue aceptar el entrenamiento de Israel. Esta opción le parecía un poco desalentadora al primer ministro singapurense por el conflicto que desató la creación del Estado de Israel. La decisión fue tomada, pero se buscó guardar el origen de los entrenadores en secreto por el mayor tiempo posible para evitar el descontento de los musulmanes malayos en Singapur y en Malasia. El grupo de entrenadores israelíes llegó en noviembre de 1965 y para ocultar su origen se dijo que eran mexicanos.