Del miedo al terror: los ataques terroristas de Sri Lanka

Por Jessica Ramos y Micheelle Volantín, Alumnas de Servicio Social del PUEAA

La palabra “miedo” etimológicamente procede del latín metus que implica una alteración del ánimo que produce angustia, según la definición de la Real Academia Española (RAE), puede entenderse como aquella “angustia por un riesgo o daño real o imaginario”. Ahondando más en el concepto se entiende que el miedo es un mecanismo implícito en todos los seres vivos pues se deriva de la aversión natural a una amenaza. Entendiéndolo de otra manera se correlaciona con el instinto natural de supervivencia, y salvo que se sobredimensione, es algo positivo, pues nos ayuda a estar alerta y alejarnos de aquello que implica un estado vulnerable. Por otro lado, el “terror” también tiene sus raíces en el latín terrōris que se refiere al sentimiento de miedo o fobia en su máxima expresión, a diferencia del primer término que implica una respuesta lógica, el estado de terror sobreviene cuando el miedo ha superado los controles racionales, lo que genera una parálisis y puede desembocar en pánico. Se agrega además que es un estado traumático que si no llega a controlarse de una manera eficaz puede incluso ocasionar muerte por un paro cardiaco. El terrorismo si bien no es un concepto que se encuentra actualmente definido y aceptado totalmente por la comunidad internacional, posee características que podemos enumerar: tales como aquellas manifestaciones de amenaza y/o las acciones violentas que son organizadas y ejecutadas sistemáticamente ya sea por individuos o los miembros de ciertos grupos que son disidentes con las políticas de uno o más gobiernos. Llevan a cabo sus actividades de la forma más evidente posible, de manera que se provoque una reacción a partir del terror que generan sus acciones, y a través de la publicidad que de éstas hacen los medios, buscando que la sociedad internacional se identifique con su causa, sus operaciones están encaminadas a posibilitar y lograr que los gobiernos negocien con ellos y cedan a sus exigencias (Monjaráz Domínguez, 2010, pág. 167). Por tales medios y acciones se busca alcanzar objetivos particulares, que desde su perspectiva, legitiman sus tácticas y estrategias de acción, por lo que los ejecutores no temen traspasar las barreras geográficas ni afectar a inocentes, pues un factor importante es que la internacionalización de su causa para ellos plantea un escenario favorable, en tanto generará mayor presión sobre las entidades que se combaten y les otorgará una mejor posición de negociación (Monjaráz Domínguez, 2010, pág. 168).

El terrorismo no es un fenómeno de reciente surgimiento ni mucho menos, es inherente a la existencia de la sociedad y la convergencia de diferentes grupos humanos con distintas ideologías. Sin embargo, desde la década de los noventa surgió un nuevo tipo de terrorismo de corte extremista y yihadista, que cambió para siempre la percepción del fenómeno pues a partir de los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos, se erigió como uno de los principales flagelos a la seguridad internacional, posicionándolo como la principal amenaza de la comunidad global. Ante todos estos factores, ¿por qué es tan difícil combatir el terrorismo? Esto radica en que establece per sé varios problemas para su combate pues: plantea un nuevo modelo de conflicto (y crimen) en la sociedad; no se propone desarrollar una guerra militar tradicional; los protagonistas se organizan en redes, empleando tecnologías, estrategias y doctrinas que aprovechan los canales de la globalización; como no están organizados en una jerarquía vertical que implica la existencia de un único líder, su eventual desarticulación no ocasiona la supresión de la red ni de su actuar; su fluidez y flexibilidad permite que se articulen, que realicen acciones, y que, en su caso, desaparezcan mucho más rápido de lo que es posible en una estructura jerárquica como la que caracteriza a los cuerpos de seguridad de los Estados; y por último, reposan sus acciones en el impacto psicológico que generan en las sociedades, mediatizando los ataques, hecho que los hace aparecer más graves y dramáticos de lo que realmente son (Astié-Burgos & Rosas González, 2017, págs. 373, 374).

Bajo tal marco conceptual y teórico podemos aproximarnos entonces a la cuestión que ha encabezado los titulares de los últimos días desde el pasado domingo 21 de abril del presente año: los atentados suscitados en Sri Lanka. El siniestro fue una sucesión de explosiones en iglesias cristianas y hoteles de lujo de la capital comercial del país, Colombo, y otras dos localidades, la cual dejó cerca de dos centenas y media de muertos y más de 500 heridos (Martínez, 2019). Una de las interrogantes más importantes en torno al ataque fue que el gobierno del país había recibido un aviso del jefe de la policía, Pujuth Jayasundara, sobre posibles atentados contra iglesias 10 días antes, pero aún así no se logró paliar o ejecutar acciones precautorias eficaces que detuvieran la amenaza. La nota del jefe Pujuth apuntaba que el grupo musulmán radical National Thowheed Jamath (NTJ) planeaba ataques suicidas contra “iglesias importantes, así como la Embajada india en Colombo” (Martínez, 2019). Las explosiones se registraron desde las primeras horas de la mañana del domingo en tres iglesias cristianas (la iglesia de San Antonio de Colombo, la iglesia de San Sebastián de Negombo y la última en un templo de Batticaloa), y en varios establecimientos hoteleros (el Cinnamon Grand, el Kingsbury y en Shangri-La, y un hostal), se registra que las víctimas registradas eran de al menos una decena de nacionalidades (Martínez, 2019). Dentro del caos simultáneo en diferentes partes del país murieron tres policías que ejecutaban una redada, y por otro lado la policía logró desactivar una bomba artesanal situada en la vía de acceso a la principal terminal del aeropuerto de Colombo; el gobierno del país decretó inmediatamente el toque de queda y bloqueo las redes sociales con el propósito de evitar que se difundieran “noticias falsas” (Martínez, 2019). El carácter de la masacre es de naturaleza religiosa pues Sri Lanka cuenta con una población cercana a los 21 millones de habitantes, dentro de los cuales el 70% que comprendía la porción mayoritaria es budista, el 12% está compuesto de hindúes, un 10% de musulmanes y un 7% de cristianos.

Dentro de las últimas actualizaciones se registra que el presunto autor intelectual de los atentados, Mohamed Zahran Hashim, el líder de National Thowheed Jamath, murió en el Hotel Shangri-La en Colombo, pues se estipula que era el único con el rostro descubierto de los ocho combatientes que aparecían en el vídeo que difundió el autodeterminado grupo terrorista Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) en donde se atribuyeron la autoría de los ataques (Agencias, Colombo, 2019). En el vídeo, Zahran Hashim aparece liderando a los otros 7 responsables del suceso, mientras presentan un juramento de lealtad al jefe de ISIS, Abu Bakr al Bagdadi (EFE Agencias, 2019). Se menciona además que los atacantes recibieron entrenamiento militar por otro grupo que se hacía llamar “Ejército Mohideen” y que el entrenamiento con armas había tenido lugar en el extranjero y en algunos lugares de la provincia oriental de Sri Lanka, según datos revelados de la investigación, además de que los vehículos empleados fueron comprados en el concesionario de automóviles Kadawatha (Agencias, Colombo, 2019). Bilateralmente el presidente del país, Maithripala Sirisena, prometió medidas contra los oficiales que cometieron negligencia por la inacción aun sabiendo la información de inteligencia compartida por las autoridades, como resultado, el jefe Pujuth, dimitió (Agencias, Colombo, 2019). A su renuncia se unió la del Secretario de Defensa, Hemasiri Fernando, que además poseía también el cargo de ministro de Defensa, quedando a cargo el viceministro Ruwan Wijewardene, el cual reconoció que existió un “lapsus” dentro los equipos de inteligencia del país que recibieron información de los ataques incluso horas antes de que fueran cometidos pero que “decidieron” deliberadamente no informar a Sirisena ni al primer ministro de la nación, Ranil Wickremesinghe, incumpliendo así los protocolos para llevar la información al nivel más alto, razón por la que las autoridades admiten no haber actuado “oportunamente” (RTVE Agencias, 2019). Entre declaraciones del comunicado promovido por ISIS se hace alusión a la coalición internacional, que está encabezada por Estados Unidos y formada por 75 países, relacionado con ello el Secretario de Estado de Defensa y ministro portavoz del gobierno de Sri Lanka, Ruwan Wijewardene, ha asegurado que los atentados han sido una “represalia” por los ataques que acabaron con la vida de 50 personas en dos mezquitas de Christchurch en Nueva Zelanda el 15 de marzo pasado (Agencias, 2019). Entre otras declaraciones el presidente enfatizó la estrecha relación entre el extremismo y el tráfico de drogas y manifestó que las autoridades han detectado la presencia de al menos 130 personas sospechosas de tener vínculos con el grupo terrorista autodeterminado Estado Islámico, añadiendo que han logrado arrestar a al menos 70 de ellos “Voy a extirpar a ISIS de Sri Lanka, nuestra Policía y fuerzas de seguridad son capaces de lograrlo” aseguró (EFE Agencias, 2019). El otro personaje responsable por el atentado al hotel de Shangri-La que acompañaba a Zahran, era hijo de Mohamed Yoonos Ibrahim, un importante empresario que tenía también contactos con altos políticos del gobierno del país, Ilham Ibrahim de 31 años. Un factor que destaca su caso es el hecho de que su hermano también participó, Imsath Ahmed Ibrahim de 33 años en la explosión de Cinnamon Grand, además del móvil de acción pues ambos cargando una mochila llena de explosivos, tuercas y tornillos, detonándolas en los lugares destinados al servicio de desayuno en ambos hoteles, mientras su esposa, Fátima, se inmolaba junto a sus tres hijos cuando la Policía fue a buscarla en su domicilio, llevándose consigo a otros tres agentes de la policía (Diez, 2019). Como consecuente y la múltiple vinculación de los miembros de la familia Ibrahim por los sucesos ocurridos la mañana del 21 de abril, se cerraron las empresas familiares entre las cuales se encontraba la fundición de cobre Colossus y se procedió a interrogar a los empleados (Diez, 2019).

Sri Lanka ha activado la alerta máxima y se mantiene alerta ante la amenaza de que “pueda haber más ataques”, las autoridades han desplegado casi 4.000 militares con poderes especiales de búsqueda y detención sin orden judicial a petición del presidente, han incautado armas y explosivos en varios puntos de la ciudad y sus alrededores (RTVE Agencias, 2019). Considerado como uno de los factores que más destacan en los recientes datos arrojados por la investigación se apunta que la mayoría de los responsables del ataque tenían condiciones económicas privilegiadas al igual que los miembros de la familia Ibrahim, pues tenían estudios universitarios y habían vivido y se han formado en el extranjero (RTVE Agencias, 2019). Dentro de las cosas positivas las autoridades de Sri Lanka han reducido en 253 la cifra de muertos que en un primer momento se había calculado de 359, se menciona que el desacierto se debió a la dificultad para identificar partes de cuerpo en las escenas de explosiones, la cifra actual corresponde a los resultados de autopsias y referencias cruzadas de muestras de ADN (Agencias, 2019). Ocho de los nueve responsables ya han sido identificados, pero no de todos se ha difundido públicamente su identidad (Vidal Liy, 2019).


Bibliografía

Agencias. (23 de Abril de 2019). El Estado Islámico asume la autoría de los atentados en Sri Lanka. Obtenido de Euskal Irrati Telebista: Documento en línea

Agencias. (25 de Abril de 2019). Sri Lanka revises bombings death toll down by 100. Obtenido de Al Jazeera: Documento en línea

Agencias, Colombo. (26 de Abril de 2019). Sri Lanka afirma que el autor intelectual de los atentados suicidas murió en uno de ellos. Obtenido de La Vanguardia: Documento en línea

Astié-Burgos, W., & Rosas González, M. (2017). Las Relaciones Internacionales en el siglo XXI. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Diez, P. (26 de Abril de 2019). ¿Terroristas suicidas? ¡Pero si jugábamos al críquet de pequeños! Obtenido de ABC Internacional: Documento en línea

EFE Agencias. (26 de Abril de 2019). Confirmaron que el yihadista que lideró los atentados en Sri Lanka murió en uno de los ataques. Obtenido de infobae: Documento en línea

Martínez, Á. (22 de Abril de 2019). 290 muertos y 500 heridos en Sri Lanka en una cadena de atentados suicidas a iglesias y hoteles. Obtenido de El País: Documento en línea

Monjaráz Domínguez, J. A. (2010). ¿Proteccionismo del Siglo XXI? El bioterrorismo frente al libre comercio. En M. C. Rosas González, La seguridad internacional en el siglo XXI: retos y oportunidades para México (págs. 169-196). Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México.

RTVE Agencias. (25 de Abril de 2019). Sri Lanka rebaja en un centenar las víctimas de los atentados mientras siguen investigando los fallos de seguridad. Obtenido de rtve Noticias: Documento en línea

Vidal Liy, M. (25 de Abril de 2019). Acomodados y con alto nivel educativo: el perfil de los terroristas de Sri Lanka. Obtenido de El País: Documento en línea


Fecha de Publicación: 26/04/2019