Un viaje al corazón científico del Congo

Se necesitan al menos cinco horas en un auto 4x4 para recorrer los cien kilómetros que separan Kisangani, la tercera ciudad más importante de la República Democrática del Congo, y Yangambi, un mítico centro de investigación colonial que en su época produjo importantes avances científicos para la producción de plátanos, aceite de palma, caucho y otros cultivos tropicales. El pedregoso camino a través de la selva requiere voluntad, paciencia y afán por la aventura. La recompensa es una grandiosa vista sobre el Río Congo, flanqueado por ruinas de lujosas viviendas, emplazamientos industriales, laboratorios y salones de clase.

A mediados del siglo pasado, el Instituto Nacional de Estudios Agronómicos del Congo Belga (INEAC) era la institución académica más reconocida del mundo para el estudio de la agricultura tropical. Sus instalaciones de primera clase albergaban un millar de expertos internacionales en agronomía, ecología, silvicultura y otras disciplinas; cuyos descubrimientos sobre los bosques tropicales de África ecuatorial siguen siendo una referencia para la investigación sobre el mejoramiento de cultivos y la adaptación al cambio climático.

Pero tras décadas de conflicto e inestabilidad política, recortes presupuestales y falta de mantenimiento, de Yangambi solo quedan los vestigios del pasado. A pesar de que el Instituto Nacional para el Estudio y la Investigación Agrícola (INERA), una institución pública congolesa, ha mantenido el centro en funcionamiento, su trabajo consiste principalmente en intentar preservar el acervo científico.

Para las comunidades aledañas, el deterioro del centro ha significado la pérdida de oportunidades económicas. Actualmente, la mayoría de la población depende de la agricultura de subsistencia y enfrenta periodos regulares de inseguridad alimentaria. La única alternativa es la explotación de los recursos naturales de la selva.

En 1976, la UNESCO declaró la zona alrededor de Yangambi como reserva de la biósfera, protegiendo alrededor de 235,000 hectáreas de bosque tropical. No obstante, la reserva está seriamente amenazada por la tala para la agricultura de roza y quema, la producción de carbón para cocinar, y la explotación de madera para vender en la ciudad.

La caza es también un problema apremiante. La carne de animales salvajes juega un papel crucial en la nutrición y la generación de ingresos de las comunidades, pero la falta de regulación ha tenido consecuencias nefastas para la fauna local. Hace un par de décadas, la reserva todavía albergaba grandes animales como okapis y elefantes, pero ahora están extintos a nivel local.

Momento de cambio

Gracias a su valor histórico, científico y natural, Yangambi ha captado la atención internacional en los últimos años. Después de la Segunda Guerra del Congo, varios organismos han vuelto a trabajar en la zona, implementado proyectos de investigación, conservación y desarrollo.

Una gran oportunidad llegó en 2017, cuando la Unión Europea otorgó un financiamiento de 27 millones de euros (588 millones de pesos aproximadamente) para fomentar el desarrollo de Yangambi. Esta subvención ha permitido a diversas organizaciones, lideradas por el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR), impulsar iniciativas para mejorar las condiciones de vida de las comunidades aledañas, proteger los bosques y relanzar el trabajo científico en la zona.

Algunas buenas noticias: varios campos que habían sido deforestados se han convertido en plantaciones para producir energía renovable; un nuevo estudio realizado a través de trampas fotográficas registró chimpancés en la reserva por primera vez en décadas; y los edificios del herbario y la xiloteca fueron renovados completamente para proteger sus colecciones de la humedad y la luz. Estas iniciativas, entre muchas otras, están creando empleos y medios de subsistencia alternativos, reactivando la economía local de manera sustentable.

¿Un mejor futuro?

Sin embargo, para que estas acciones tengan un efecto real y duradero, se necesita más que el interés de un solo donante. Primero, es indispensable tener estabilidad política y participación activa del gobierno congolés. Segundo, es necesario movilizar muchos más fondos del sector privado, a través de Asociaciones Público-Privadas (APP). Tercero, se debe tener una visión holística y disposición para reconciliar los múltiples intereses de los actores en el área.

Entonces la ciencia podrá ser de nuevo un motor de cambio, como en otra época.


Bibliografía

Grossman, D. (2017). Long-lost Congo notebooks may shed light on how trees react to climate change. The Guardian. Artículo en línea consultado el 18 de enero 2018. Documento en línea

Nasi, R. (2018). From research to action to protect the Congo Basin forests. Forests News. Artículo en línea consultado el 16 de enero 2018. Documento en línea

Van Vliet, N. et al. (2018). Mammal Depletion Processes as Evidenced From Spatially Explicit and Temporal Local Ecological Knowledge. Tropical Conservation Science. doi: 10.1177/1940082918799494.


Fecha de Publicación: 01/02/2019