Iglesia copta ortodoxa o cristianismo egipcio

Cuando se habla de la antigüedad cristiana normalmente se refiere al periodo que va de la victoria de la iglesia católica sobre el Imperio romano hasta la invasión bárbara, hechos ocurridos entre los siglos IV y V. Si bien esto es relevante para Occidente, no puede dejarse de lado que durante aquellos siglos el cristianismo alcanzó latitudes que no se mencionan comúnmente para referir su historia. En las siguientes líneas se hablará de la tradición copta con el fin de acercar al lector a una religión que desborda la concepción popular del cristianismo y que ha conjugado desde su origen algunas representaciones iconográficas de la vetusta mitología egipcia con elementos doctrinarios del cristianismo.

El origen de la iglesia copta

Entre los siglos III y IV surge en Egipto un movimiento en el que algunos padres deciden abandonar el ambiente público del cristianismo para adentrarse en el desierto y vivir una vida ermitaña que les permitiría practicar el ascetismo y dedicarse enteramente a la liturgia y a la oración (Del Francia Barocas, L. et Cappozzo, M., 2005: 240-5). Así, el término copto “solo después de la conquista árabe, llega a definir a los cristianos de Egipto” (C. Cannuyer, 1996: 37-38).

Un aspecto importante de la cosmogonía copta es que “siendo Cristo un niño fue conducido a Egipto y vivió allí tres años y medio” (Berrica, 2014: 252). Este acto puede entenderse como una hierofanía o consagración del espacio (Cfr. Eliade, 1981: 41) y es a partir de aquel relato que en algunas zonas del desierto se construyeron monasterios e iglesias coptas (Cfr. Berrica, 2014: 252). En estos monasterios vivieron hombres que se encargaban de reproducir la liturgia copta en forma de canto y a través de esta práctica se mantenía viva la herencia de una antigua tradición musical egipcia. De igual manera, la vida ermitaña de los monasterios coptos le permitía al hombre aislado en el desierto llevar una vida santa a través de actividades como la oración y el ayuno, todo ello no eran sino los medios para acercarse a lo divino (Cfr. Viviani, 2007: 256). Además de la vida ascética de los monjes, otros líderes religiosos tomaron el papel de defender la fe y la tradición en los concilios donde se discutía sobre el dogma trinitario del cristianismo (Cfr. Viviani, 2007: 229-233).

Vida monástica e iglesias

En las iglesias coptas las representaciones de lo divino se ordenaban de la siguiente manera: más cerca del cielo, en la parte más alta de la iglesia o haykal se encontraba Cristo, representado en la escena de la resurrección que era la que tenía mayor importancia para los coptos; subordinada al primero, estaba la Madre de Cristo rodeada de ángeles. Y más cerca de lo terrenal, en la parte baja de la iglesia, se encontraban arcángeles, mártires y guerreros ecuestres santos: son ellos quienes han de proteger a los pueblos coptos y a sus iglesias de la amenaza de los demonios del desierto y de las constantes asolaciones de ejércitos cristianos, persas y de los saqueos de otros pueblos nómades del desierto. Por esto, los mártires son los protagonistas de rezos e invocaciones de la liturgia copta, son ellos el puente de comunicación entre los fieles y Dios (Cfr. Viviani 2007: 255).

La distribución del espacio en las iglesias coptas permitía resguardar la unidad de la substancia divina y orientar santuarios bajo el esquema de la Trinidad. Los tres santuarios del Haykal protegen las hipóstasis que corresponden al Padre, al Hijo y al Espíritu; asimismo, la unidad de las hipóstasis se resguardaba por un espacio paralelo llamado Khururs, el cual unía arquitectónicamente estos tres santuarios. La sacralización y la jerarquización de los santuarios revela el respeto y las reglas que tenían los coptos para utilizar estas áreas con el fin de llevar a cabo sus oraciones diarias (Cfr. Viviani, 2007: 252-3).

Sincretismo entre mitología y relatos bíblicos

En un escrito titulado El fisiólogo, redactado anónimamente entre los siglos II y IV d.C. en Alejandría, son descritos algunos animales según el imaginario de la tradición egipcia y son estos animales los que personifican relatos bíblicos. Si bien es cierto que tras la conquista del Imperio romano los ritos funerarios y la momificación desaparecieron gradualmente, otra herencia de la civilización antigua egipcia afirma que en las necrópolis del desierto también se llevaban a cabo ritos cristianos de inhumación. Así, el sincretismo entre la arquitectura egipcia y los ritos de paso representa un elemento importante de la cosmología copta (Cfr. Berrica, 2014: 253-258).

Influencia en otras religiones

Por un lado, la disputa teológica de aquellos siglos, que versaba sobre la trinidad, contó con la participación de algunos líderes coptos. Por otro lado, la organización monástica copta tuvo eco en otras comunidades religiosas del mediterráneo, figuras como la del monje Macario de Egipto dejaron un modelo de vida ascética para distintas comunidades cristianas (Cfr. Berrica, 2014: 259-264). De igual manera, algunos monjes coptos se consagraron santos y mártires como en el caso de Apa Bane, Shenute, Pacomio, entre otros (Cfr. Viviani, 2007: 255). Tras la conquista romana de Egipto, la región se convirtió en “uno de los principales centros del cristianismo, tras el recientemente reconocimiento como primer culto imperial del cristianismo” (Berrica, 2014: 252). En otro tenor, los complejos arquitectónicos coptos como iglesias, monasterios y ciudades de los muertos son algunos “de los primeros ejemplos de la transformación de los templos paganos en iglesias religiosas” (Berrica, 2014: 252).

Fuentes consultadas

Berrica, Silvia. 2014. “El desarrollo de la iglesia copta durante los siglos IV-VI”. En: Roma y el Mundo Mediterráneo, eds. Noelia Vincent Ramírez y Jaime Miguel López, pp. 251-268. Madrid: UAH.

Cuento del Physiologus de Alexandría, cap. 8 en Berrica 2014, p. 255. Eliade, Mircea. 1981. Lo sagrado y lo profano. Trad. Luis Gil. España: Guadarrama/Punto Omega.

Viviani, María Teresa. 2007. “Iglesias coptas, testimonio silencioso de un dogma trinitario (S. IV-VII)”. En: Teología y Vida. Vol. XLVIII, pp. 229-260. Chile: Pontificia Universidad Católica de Chile. Consultado el 05 de septiembre de 2021, en línea.