La cuestión israelo-palestina en el nuevo escenario geopolítico de Medio Oriente

Yurany Pérez

autora

Luego de la firma de la llamada Paz de Oslo en 1993 y su extensión en los Acuerdos de Abraham en 2020 (Abu-Tarbush y Barreñada 2023). Estados Unidos e Israel se erigieron como actores pacificadores en la arena regional. A partir de esta última ofensiva diplomática, el Estado de Israel con el apadrinamiento estadounidense, normalizó relaciones con cuatro países integrantes de la Liga Árabe: Emiratos Árabes (EAU), Bahréin, Sudán y Marruecos, completando así el cuadro de reconocimiento árabe del Estado judío antecedido por Egipto con los acuerdos de Camp David.

Al mismo tiempo, en la agenda internacional proliferó el lenguaje de la victoria de un añorado Medio Oriente en paz, los territorios palestinos fueron testigos de la continuada política de colonos, asentamientos ilegales israelíes y segregación de su población. Para la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), los Acuerdos de Abraham fueron entonces un intento de debilitar la internacionalización de la causa palestina y una clara traición por la Liga Árabe que hasta entonces, se abanderaba de la misma.

En 2020 la OLP y Fatah (Movimiento Nacional de Liberación de Palestina) evidenciaron su falta de liderazgo, cuando en un primer momento, no consiguieron el cumplimiento de los Acuerdos de Oslo y en los últimos años tampoco pudieron frenar las negociaciones de Israel con otros países árabes. A la decadencia de Fatah, se sumó el crecimiento de la simpatía de las opciones más radicales, en este caso el grupo Hamás en la Franja de Gaza, que creció en un contexto de progresiva rivalidad en Palestina, entre las opciones políticas moderadas e islamistas radicales.

La popularidad de Hamás se afianzó en Gaza desde 2007, luego de ganar una mayoría absoluta en las elecciones legislativas palestinas. Entre tanto Fatah se asentó en Cisjordania, manteniendo el liderazgo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) con Mahmud Abbas a la cabeza. Pese a ello, el hostigamiento hacia la población de Cisjordania y el asedio contra los palestinos dentro de Israel se conjugó con el lenguaje de la amenaza que representa para el pueblo judío, los palestinos agrupados en esa definición arbitraria de “terroristas”.

No fortuito, desde los primeros meses del año 2023 las masacres a manos de las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI) aumentaron en Cisjordania [1], acompañadas de la exacerbación de odio y de las operaciones militares hacia la población palestina con Benjamín Netanyahu en el poder, en asocio con Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich.

En este contexto, el pueblo palestino se sigue viendo desde el neosionismo como el enemigo interno y externo a la vez; ajeno, extraño y terrorista que quiere acabar con el Estado de Israel independientemente de la autoridad que gobierne sobre éstos. Dicha visión del enemigo es utilizada para cohesionar a la población israelí y justificar las operaciones ofensivas y políticas de apartheid.

La solución de los dos Estados es cada vez más distante y utópica dado el aislamiento que generaron los Acuerdos de Abraham a la causa palestina. Esto sumado a la permisividad estadounidense y europea hacia la violencia israelí sobre Cisjordania, el sistema de apartheid contra la población palestina dentro o fuera de Israel, así como el bloqueo y castigo colectivo sobre la Franja de Gaza denunciado por Amnistía Internacional [2].

El neosionismo en Israel comercializa el holocausto y afianza su imagen victimizante ante la Comunidad Internacional para prolongar la ocupación sobre Cisjordania, mantener la vigilancia, políticas diferenciadas, puestos de control y sostener el cerco en los territorios ocupados. De esta manera, se profundizan los niveles de desempleo y las carencias de la población con la limitación de los derechos más básicos como el acceso al agua potable y a la energía eléctrica.

La operación Inundación de Al-Aqsa del pasado 7 de octubre del 2023 llevada a cabo por Hamás, no es por ende solo un rechazo a las conversaciones de Israel con Arabia Saudí, iniciadas poco después de los diálogos entre iraníes y saudíes mediados por China, como lo han indicado varios analistas. Se trata de una reacción violenta a la expansión y consolidación de los Acuerdos de Abraham, que ponían en riesgo la centralidad de la cuestión palestina en Medio Oriente y la legitimidad de buena parte de la agenda de Hamás.

Por otro lado, la incursión violenta de Hamás implicó el asesinato de más de 1,400 personas, así como el secuestro de centenares de ciudadanos de diversas nacionalidades según el Sistema de Emergencia de Israel. Esta operación, que ha sido de las más mortíferas en contra de Israel [3], también terminó por dar carta abierta para arremeter en respuesta a la población palestina sin acatar las normas del Derecho Internacional.

Todo lo anterior se enmarca en una creciente narrativa antiterrorista, similar a la empleada por los Estados Unidos después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. De la misma manera, en el discurso de los países occidentales, se ha posicionado la idea del derecho de Israel a la autodefensa, lo que ha significado en la práctica, el envío de miles de millones de dólares en equipamiento militar a este país, especialmente de Estados Unidos.

Así, las críticas de Biden al gobierno de israelí que habían empezado a tomar fuerza tras las represiones de Netanyahu a las manifestaciones en rechazo a las reformas al sistema judicial, se diluyeron para dar paso nuevamente a una estrechez estadounidense-israelí que vale la pena preguntarse si es real o superficial.

En este nuevo escenario geopolítico en el Medio Oriente, el bloque pro-occidental se ha vuelto a consolidar, de cara a la potencial escalada hacia una nueva fase del conflicto israelí-palestino. El “eje del mal” a la cabeza de Irán, al señalarse como colaborador del grupo suní de Hamás —declarado terrorista por Estados Unidos en 1997, según se consigna en la Oficina de Contraterrorismo del Departamento de Estado (CT) [4]—, es otra de las amenazas directas para Israel y Occidente que regresa al foco junto a la cuestión palestina.

Los pronunciamientos de advertencia contra Israel del propio ministro iraní de asuntos exteriores, Amir Abdollahian, denotan que la influencia de la República Islámica sobre actores estatales y no estatales en la región, de la mano al programa nuclear y de misiles repercuten en el incremento de la tensión de décadas entre Israel e Irán, y se aúna a una probable expansión del conflicto.

Entretanto la crisis humanitaria en Palestina empeora, los refugiados y desplazados internos se acrecientan, los bombardeos y ataques israelíes indiscriminados hacia población civil no cesan. Asimismo, los escudos humanos de Hamás se conservan, y la instrumentalización del conflicto por parte de Israel e Irán se sostiene. Las horas pasan y la cuestión palestina vuelve a convertirse en un eje trascendental para el futuro de la región.

Notas

[1] Middle East Eye (8 de octubre de 2023). Palestinian attack on Israel rekindles Biden-Netanyahu relationship. Middle East Eye. En línea

[2] Amnistía Internacional (7 de octubre de 2023). Israel y los Territorios Palestinos Ocupados: Civiles de ambos lados pagan el precio de una escalada, sin precedentes, de las hostilidades entre Israel y Gaza a medida que aumenta el número de muertes. Amnistía Internacional. En línea

[3] Marín, J (9 de octubre de 2023). Los muertos en el conflicto entre Israel y Palestina desde 1988. El Orden Mundial En línea

[4]Departamento de Estado de Estados Unidos (2023). Foreign Terrorist Organizations. En línea

Referencias

Abu-Tarbush, J y Barreñada, I. (2023). Palestina. De los acuerdos de Oslo al apartheid. Editorial Catarata.