Entre la contingencia sanitaria y el racismo

1:30 p.m. es una tarde tranquila y se nota la disminución del flujo turístico en Xochimilco. La mayoría de las trajineras se encuentran vacías, dándole al embarcadero un aspecto de ciudad fantasma. Así han pasado los últimos días, desde la emergencia del coronavirus COVID-19 en México y en el mundo. Pese a ello algunas personas todavía salen e interactúan en espacios que se consideren abiertos y no tan concurridos. El cielo se nublaba y mientras se disfrutaba del paseo y la tranquilidad del día, de pronto un ruido de bocinas y canto irrumpe la paz contemplativa… Es un grupo grande de jóvenes de entre 18 y no más de 24 años, están celebrando con mariachis y música a un fuerte volumen. Da la ilusión de un espejismo, pues después de días de pánico de las personas por conseguir los enseres necesarios (y más de los necesarios) para adaptarse a un periodo de cuarentena y de ver en medios de comunicación y redes sociales como la paranoia colectiva ha llegado al punto de agotar el papel higiénico en varios establecimientos, la despreocupación y vitalidad de la juventud es casi inverosímil.

La algarabía de la reunión y la felicidad del grupo de aproximadamente 30 personas era evidente: cantos a todo pulmón y baile moderado para evitar que por el movimiento (y el presunto consumo de bebidas alcohólicas) se cayese alguien al agua. En dirección contraria y a manera de dicotomía venía otro grupo mucho más reducido, que no sobrepasaban las 10 personas. Este grupo venía en silencio, contemplando el paisaje, a veces tomando fotos, estrictamente ordenados, quizá queriendo pasar desapercibidos. De pronto ambos grupos se colocan a la misma altura y las risas y cantos del grupo grande pararon abruptamente. Lo que siguió fue algo vergonzoso: primero una contemplación silenciosa entre ambos grupos, segundo una completa grosería… El grupo grande de jóvenes se organizó para gritar al unísono: “¡CORONAAAVIRUUUUS! ¡CORONAAAVIRUUUS! ¡CORONAAAVIRUUUS!” con una entonación de grupo de primaria cuando se decide de manera colectiva poner en evidencia a algún desafortunado infante. Corearon aquel que parecía su mantra, hasta que la trajinera del grupo pequeño pasó de largo, después empezaron a reír y reanudaron su música y celebración, como si lo que acabaran de hacer no hubiese sido algo desagradable.

En el semblante del grupo pequeño ya no había paz, ni curiosidad, ni tampoco interés alguno por el paisaje, sus rostros se tiñeron de vergüenza y tristeza. Algunas mujeres que se encontraban, rápidamente recurrieron a sus bolsos para buscar algo con desesperación, hasta que lo encontraron y se lo colocaron rápidamente: un cubrebocas. Quizá el grupo no sabía español, o tal vez sí, eso dejaba de importar, pues la situación internacional que se distribuye casi como spam en sinnúmero de dispositivos y a toda hora y minuto, es lo bastante repetitiva como para no saber a qué se referían. La emergencia sanitaria del momento se monitorea con escrúpulo y a cada momento hay actualizaciones sobre su brote en otros países. Sin embargo, para los medios que necesitan distribuirse a través de dispositivos que llaman más la atención del espectador por ser visuales, fue fácil darle el rostro a la contingencia sanitaria: mercados de comida “exóticos” de tierras lejanas, médicos y enfermeras, políticos y personas infectadas con facciones similares, facciones asiáticas. Del grupo de extranjeros en la trajinera, nunca sabremos si eran de nacionalidad china, japonesa, coreana o vietnamita… Sus rasgos los identifican en un espectro de estereotipos que en países como México se reproducen.

Sin embargo, no es la primera vez que en México y en el mundo grupos de asiáticos han empezado a recibir tratos xenófobos a raíz de alguna emergencia sanitaria, como dijo la apreciada Dra. María Cristina Rosas, “La comunidad china, históricamente, ha sido motivo de ataques racistas y xenófobos en distintas épocas y la ‘respuesta’ del mundo al coronavirus se manifiesta una vez más en esa dirección. Decenas de países han prohibido el ingreso de ciudadanos chinos a sus territorios” En algunos lugares de Europa como España, la comunidad de chinos que residen ahí se empezó a coordinar por medio de redes sociales en la campaña #Nosoyunvirus, después de que se distribuyeran diferentes vídeos de marginación, acoso verbal y físico hacia la comunidad asiática alrededor del mundo.

Episodios de violencia donde no importa tu nacionalidad, si eres residente, ciudadano, migrante o turista, tus facciones raciales determinan un tipo de comportamiento colectivo. A veces no son confrontaciones directas, a veces solamente basta con miradas de reojo, susurros y murmullos, gestos de desagrado, distanciamiento, segregación, discriminación y prejuicio. Por si fuera poco, también existe una importante afectación económica, pues restaurantes, negocios o mercados han disminuido drásticamente sus ventas, dado el sentido alarmista y la desinformación de las personas. En el imaginario colectivo mexicano se adhieren y reproducen expresiones coloquiales como “toda prevención es poca”, “más vale prevenir que curar” que intentan justificar sus expresiones de racismo y rechazo a la comunidad asiática, en lugar de aplicar aquellos mismos “principios” para evitar lugares concurridos, pues se sabe que la mayoría de las playas y lugares turísticos han alcanzado más del 90% de ocupación hotelera en los últimos días, ignorando las advertencias de las autoridades.

Situaciones como la actual le suman siglos de estereotipos y rechazo a lo que no se conoce por parte de la sociedad, derivados del miedo y la ignorancia que sólo puede producir la desinformación. La situación es grave, pero más grave aún es saber que ante la adversidad, el miedo se ejecuta para justificar los prejuicios y la discriminación, una vez más se deshumaniza al individuo, una vez más se cierran fronteras y se juzga al prójimo, después de 75 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, la raza sigue siendo un factor de odio.