En defensa de Murakami

Frida Lima

Autora

Todos los años, al anunciar a los candidatos para el premio Nobel de Literatura, Haruki Murakami es uno de los primeros en la lista; no obstante, sigue sin ser acreedor del premio. Hay quienes argumentan que no lo merece ya que sus obras carecen de calidad y resultan repetitivas en cuanto a los temas. Adalberto Bolaño argumenta sobre estas críticas:

Desde que apareció su primer libro […] a Murakami lo han seguido una caterva de insobornables lectores, pero al mismo tiempo el desdén de críticos y colegas de su propio país y otras latitudes, pues consideran de poco valor una narrativa que apela –señalan– a lo popular, a las viejas y socorridas temáticas del amor, la soledad, el sexo y la música, a lo extranjerizante, pero, sobre todo, por retomar lo fantástico como elemento constante de su narrativa.[1]

Es verdad que las mujeres solitarias, el sexo con desconocidos, las referencias musicales de jazz y, un protagonista masculino que, al parecer lo puede todo, congenian en la narrativa de este autor. La realidad es que Haruki Murakami (Kyoto, 1949) es uno de los escritores más reconocidos de Japón y su obra abarca novelas, cuentos y ensayos. Entre sus críticas, se encuentra la que dice que expone sus obras a una occidentalización en la cultura japonesa que se refleja en las costumbres de los personajes, e incluso en las referencias musicales que se presentan en sus obras (como Charlie Parker, The Beatles, Louis Armstrong). Lo cierto es que desde hace muchos años Japón ha presentado una modernización que va a la par con su entrada a la globalización, convirtiéndose en uno de los países más desarrollados en poco tiempo, y sus obras reflejan este cambio.

La crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1994) y Kafka en la orilla (2002) tienen elementos que sirven como una memoria colectiva para recordar el Japón de antaño que se fusionan con una modernidad en crecimiento, además de incluir características que forman parte de lo maravilloso[2] en estas historias, tales como la aparición y desaparición de gatos que hablan y personajes inspirados en las figuras del consumismo masivo: el Coronel Sanders y Johnny Walker. Símbolos de una marca, vivos y andantes, haciendo de las suyas en un mundo que parece ser el mismo escenario de distintas novelas.

No es sencillo percatarse de esto, pero mientras más novelas e historias de Murakami se leen, más parece que se encuentran en el mismo espacio diegético: un Japón extraño, conectado; una puerta a otro mundo más peligroso, pero de cierta forma, mejor que este. Un reflejo de Japón difuminado a través de una ventana borrosa, a través de la lluvia; es por eso que el carácter onírico predomina en algunas de sus historias. Además de esto, los elementos fantásticos rompen con la realidad del lector al incluir hechos, sucesos y personajes fuera de lo normal. Adalberto Bolaño los considera una realidad daimónica: “[…] un mundo intermedio de fantasmas, de lo extraño y raro, entre la realidad obliterada y la fantasía, en la que se mueven unos personajes que representan entes o invocaciones del bien y el mal, de lo otro”.[3]

No obstante, también se intercalan con los conceptos sobre lo fantástico que propone Todorov. La crónica del pájaro… (1994), Kafka en la orilla (2002) y Sputnik, mi amor (1999) rompen con la realidad establecida en algún momento; ya sea en las primeras cien páginas, desde el principio o cerca del final; el cambio sorprende a los personajes al grado de trasladarlos a ese mundo onírico en el que incluso ellos se preguntan si lo que aconteció fue verdad, lo que da entrada a la extrañeza de lo fantástico. Sin embargo, los personajes terminan por aceptar las leyes de esta nueva realidad, aunque no las comprendan del todo: se someten ante el destino que les fue trazado, arrastrando a las historias hacia una suerte de “lo maravilloso”.

A pesar de esto, queda una duda, tanto en los personajes como en los lectores. Las historias nunca llegan a una conclusión; el final abierto es una constante en las historias de Murakami, que a veces oscilan entre una simple narración que pudo haber estado contando un viejo amigo hasta la experiencia más cruda que alguien pudo llegar a tener. Es ahí cuando la apología a los sentimientos hace eco en su narrativa: el final no importa, es lo de menos; lo que realmente vale la pena es el recorrido.

Los relatos presentes en Sauce ciego, mujer dormida (2006) y Primera persona del singular (2021) son un ejemplo de esto ya que muestran una escena aparentemente cotidiana que se transforma al no saber muy bien si el que narra es sólo omnisciente o más bien, si es la propia voz de Murakami recordando a un viejo amor porque escuchó una canción, una fecha importante o incluso un hecho histórico. En el relato “El hombre de hielo” se presenta una mujer que vive para complacer al hombre de hielo; ella le cumple su sueño y lo lleva al Polo Sur, donde todo el hielo de alrededor termina por deprimirla y ella misma se transforma en una mujer de hielo al congelarse su corazón:

A mí, ahora, apenas me queda corazón. Mi calor ya se ha esfumado en la distancia. Incluso a veces me olvido de que alguna vez lo tuve. Pero aún puedo llorar. Estoy verdaderamente sola. En el lugar más frío y solitario del planeta. Cuando lloro, el hombre de hielo me besa la mejilla. Y mis lagrimas se convierten en hielo. Entonces, él toma en su mano mis lágrimas de hielo y se las pone sobre la lengua. «Oye, te quiero», me dice. Y no miente. Lo sé muy bien…[4]

Los problemas sentimentales y las relaciones amorosas fallidas son un tema recurrente en la narrativa de Murakami, y aunque sus personajes femeninos estén, hasta cierto punto, construidos para ayudar y enseñar al protagonista, la desolación que presentan es palpable y entendible. ¿Acaso no hemos hecho sacrificios por amor? La necesidad de afecto, el saberse reconocidos y aceptados a los ojos del otro y, un amor enfermizo, incondicional, capaz de someterse a todo es lo que representa la mujer de hielo, aunque al final eso la termine por destruir, y de cierta forma se arrepienta.

Las relaciones de los personajes de Tokio blues (1987)[5] y Al sur de la frontera, al oeste del sol (1992)[6] mantienen el final abierto: nunca hay resolución. Sin embargo, para los lectores, el saberse acompañados por personajes que mantienen relaciones inestables a la par que aprenden más sobre sí mismos, posee un encanto agridulce, similar a la vida misma. Nunca es perfecto; el sufrimiento y la incertidumbre por lo que pasó o hubiera pasado se convierte en una tortura, y no queda de otra que aprender a vivir con ello. A su vez, las referencias musicales no paran y, al volverse un soundtrack de vida, se convierte en música intra y extradiegética. Si bien estas novelas mantienen un tono realista, la gracia se encuentra en los diálogos y en las situaciones; estas aparentan ser cotidianas, y sin quererlo, se vuelven una herida profunda que, probablemente, nunca cierre nunca. Un recuerdo borroso, lejano, de algún momento en que se fue realmente feliz al lado de alguien.

Sí, los problemas amorosos, los elementos fantásticos y las canciones nunca faltan en un relato de Murakami; no obstante, queda en el lector aceptar, o no, que estos rasgos puedan ser tomados como motivos especiales para contar algo que, bien pudo haberle pasado a cualquiera. Además, gane o no gane el Nobel, como bien lo expresó Adalberto Bolaño, su obra ya posee una cantidad exhaustiva de fans, y los críticos siempre tendrán algo que decir; eso, sin embargo, no le quita el reconocimiento que ha alcanzado y que una nueva ola de lectores se haya acercado a la literatura japonesa guiados por su influencia.

Notas

[1] Adalberto Bolaño, “Paraíso perdido y contracultura de la imaginación en Haruki Murakami”, p. 1.

[2] Según el ensayista Tódorov en Introducción a la Literatura Fantástica (1971).

[3] Adalberto Bolaño, “Paraíso perdido y contracultura de la imaginación en Haruki Murakami”, p.4.

[4] Haruki Murakami, Sauce ciego, mujer dormida, p. 239.

[5] Watanabe, Naoko y Midori.

[6] Hajime y Shimamoto.

Referencias

Bolaño, Adalberto. “Paraíso perdido y contracultura de la imaginación en Haruki Murakami”. Espéculo: Revista de Estudios Literarios: 44, no. 35, 2010.

Murakami, Haruki. Sauce ciego, mujer dormida. México: Tusquets Editores, 2016.

Todorov, Tzvetan. Introducción a la Literatura Fantástica. México: Ediciones Coyoacán, 2005.